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¡Nos vamos de flete!

  • Última actualización
    17 abril 2024 05:20

El año que me casé, arramblé con todos los libros que guardaba en mi habitación rumbo al nuevo hogar. Además, incursioné en la librería del salón para escamotearle algún que otro ejemplar a mi padre, con la impaciencia de querer heredar antes de tiempo.

Sabedor de los límites, ni por asomo se me ocurrió tocar “El rayo que no cesa”, de Miguel Hernández, ni los “Cantares” de Machado, ni “El viejo y el mar” de Hemingway...

Eso sí, me llevé sin cargo de conciencia “La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela, adquirido un año después de que le dieran el Nobel y que mi padre abandonó en la página 8 espantado por el sacrificio de la perra “Chispa”.

Era en esos años Cela el perejil de todas las salsas, cultivador contumaz de esa imagen irreverente e histriónica tan propia de los artistas, que él paseaba con descaro por los albores de las tertulias políticas del petetismo y el vuela micrófono, que hoy lo invaden todo en radio y televisión y que entonces ponía de moda Jesús Hermida con Cela como agitador principal.

Aún recuerdo cómo le arrojó el escritor a Hermida la medalla del Nobel, como si arrojara una moneda de cinco duros a un mendigo a la puerta de una iglesia, entre disquisiciones de si a los que compartían una tertulia como aquella era más propio denominarles “contertulios” o “tertulianos”, voces hoy del pan nuestro de cada día.

No es lo mismo estar de flete que estar fletando

A mí Cela me caía simpático, pese a su notoria incorrección política. Recuerden la perplejidad que mostraba con los parados y cómo les conminaba a llenar su tiempo escribiendo novelas como tabla de salvación, ocurrencias de quien fue torero, actor, funcionario, poeta e incluso senador durante la Transición. Célebre es la anécdota durante un debate constitucional, en el que el presidente del Senado afeó al escritor su, digamos, “desconexión”:

“Señor Cela, por favor, está usted dormido”, pronunció el presidente.

“No estoy dormido, estoy durmiendo”, corrigió Cela.

“¿Acaso no es lo mismo?”, replicó sin achantarse el presidente de la Cámara.

“ Pues claro que no. No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”, sentenció el escritor.

En mi Selectividad del año 94 fue de obligada lectura “La colmena”, que muchos se pelaron gracias el visionado de la versión cinematográfica de Mario Camus, donde siempre recordaremos esa escena en la que, con mucha más teatralidad y sorpresa que en el libro, los clientes del café de doña Rosa voltean las mesas de mármol y descubren que son lápidas que aún conservan los nombres de los muertos.

Al inicio de la novela, doña Rosa le hace la siguiente confesión a uno de los músicos que ameniza las tardes en su café: “¿Por qué cree usted que yo estoy a matar con mi cuñado ? Porque es un golfante que anda por ahí de flete las veinticuatro horas del día y luego se viene hasta casa para comer la sopa boba”.

Releyendo estoy días “La colmena” de Cela me llamó la atención esta expresión de “ir de flete”, tan propia del Madrid castizo como ajena al mundo marítimo y logístico aunque, eso sí, tan adecuada para esta semana en la que Madrid celebra su 4ª Fiesta de la Logística y, por tanto, podemos decir con todas las de la ley que este viernes los logísticos nos vamos de fiesta, “nos vamos de flete” y no precisamente con una “sopa boba”, sino con un tremendo cocido, eso sí, sin dejar de aplicar la máxima de don Camilo, pues una cosa es estar de flete y otra muy distinta es estar fletando.

P.D. Para terminar, me van a permitir que este artículo tenga hoy dedicatoria y que para ello parafrasee a Camilo José Cela, quien al inicio de la edición de 1960 de “La familia de Pascual Duarte”, escribió lo siguiente: “Dedico esta edición a mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera”. Pues eso. Va por ellos.