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Consumidores y usuarios

  • Última actualización
    02 diciembre 2021 15:11

No llegará la chaqueta de marca y tendrá que conformarse con que le regalen una rebeca de mercadillo. Tampoco encontrará lo que antes sobraba en los lineales de su supermercado, donde todo es cada día más caro y más escaso. Para olvidarlo bajará al bar a tomar una copa y… gran tragedia: no habrá ginebra, ni güisqui, y el que hay no es de importación, o sea… como si no hubiera. Helándose de frío con la rebeca de baratillo, sin un triste bourbon con que calentar las vísceras, se irá a la manifestación contra los puertos, los barcos, los aeropuertos, los aviones, las autovías, los camiones y las zonas de actividades logísticas. Sin tener ni idea de los pros y contras que suponen.

A veces apetece que, para que se callen, los camiones se paren, los puertos se cierren, las carreteras se siembren de patatas y coles, y las universidades se eliminen para que vuelvan los pantanos. Y, sobre todo, que los hortelanos vuelvan a trabajar la tierra con animales, como ha propuesto el Ayuntamiento de Valencia (en serio). Pero la mejor idea de todas es una que me comentó uno de mis amigos más sabios… “Si quieren crear puestos de trabajo, lo que hay que hacer es suprimir los contenedores” para que todo vuelva a moverse en sacos, con lo que se crearían miles, millones de puestos de trabajo de golpe, para cargar y descargar barcos a mano. Barcos, que, evidentemente, no podrán usar combustible ni acercarse a la costa. Esa sería la solución. Habría trabajo para todos, pero, con el pequeño detalle de que, a lo peor, no lo querría hacer nadie.

Como nadie quiere ya trabajar las huertas que, sin hortelanos, sencillamente, no son. La escasez de hortelanos y de mano de obra para cargar y descargar a golpe de riñón, se sumaría a la carencia de camioneros, albañiles o camareros. El planeta nos iba a quedar divino. Inhabitable, pero divino de la muerte.

Navidad es tiempo de pedir deseos. Pero para que los deseos sean posibles, no se puede pedir una cosa y su contraria. Los Reyes son los padres, por tanto, qué le vamos a hacer, no son magos, aunque a veces lleguen a fin de mes de forma, más que mágica, milagrosa. Conseguir comodidad poniendo pegas a la logística sostenible y medioambientalmente respetuosa es especialmente complicado.

Somos, por encima de casi todo, consumidores y usuarios. La práctica totalidad de los mensajes que recibimos nos llevan al consumo. Los medios de comunicación son una mera forja de consumidores. Casi nos volvemos locos estos meses de pandemia y confinamiento en los que no se ha podido dar rienda suelta a la pasión de comprar todo lo que necesitamos y lo que no necesitamos. Ahora, que nos han dejado salir un poco (este artículo lo escribí ayer, no sé, por tanto, si hoy estaremos confinados de nuevo), ahora, digo, hemos salido de estampida y exigimos saciar nuestra ansia de consumo. Y algunos se han dado cuentas de que sin logística no podemos tener todo lo que queremos.

Hemos convertido a las personas en yonquis del consumo. Prueben a quitarles su tele inmensa o su móvil virguero. O su papel higiénico favorito. El primer mundo está enganchado a la droga del consumo y la logística son sus camellos.

La única forma de que nuestro sector tenga menos importancia no es deslocalizando, porque siempre hará falta el transporte, aunque sea el de la última milla. La única solución es consumir menos; desenganchar a la gente del consumo compulsivo. Eso no interesa a nadie. ¿Verdad? Y, si interesara, habría que empezar desde ya a educar al ser humano en eso de comprar lo necesario, consumir lo imprescindible y ser feliz con las cosas que nos hacen realmente felices: las simples cosas. Como digo, para lograr esto, sería necesario empezar hoy para cosechar frutos generaciones después. Solo así no tendría tantísima importancia la logística. Solo así podríamos prescindir de buena parte de los camiones, barcos, trenes, aeropuertos y puertos. Mientras tanto, se debería respetar a nuestro sector en proporción a la capital importancia que tiene hoy, en ese mundo de consumidores y usuarios que hemos creado entre todos.