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De caminos, canales y puertos

De caminos y puertos andamos sobrados en este país. No tanto de canales. Ahora que el Canal de Suez ha devuelto a esta colosal obra de ingeniería a la primera plana informativa, encuentro la excusa perfecta para, este martes de Pascua, devolver a la memoria el recuerdo de lo que fue, a su manera, el Suez, el Panamá, el Corinto, la gran vía navegable interior del Reino de España allá por los siglos XVIII y XIX: el Canal de Castilla.

  • Última actualización
    31 marzo 2021 16:25

Sueño ilustrado y proyecto más relevante de la ingeniería civil de su época, las obras del Canal de Castilla comenzaron el 16 de julio de 1753 en  Calahorra de Ribas (Palencia) bajo la dirección de Antonio de Ulloa y el ingeniero jefe Carlos Lemaur, y concluyeron un siglo después, tras completar un recorrido de apenas 207 kilómetros entre Palencia, Burgos y Valladolid, sin llegar a alcanzar el Puerto de Santander como era su aspiración,  siendo hoy el único canal navegable de España.

El Canal de Castilla pretendía unir por barco los extensos campos de cereales de la meseta castellana con el Puerto de Santander, lo que llevó a sus artífices a poner en marcha una gigantesca obra de ingeniería hidráulica. El objetivo era acabar con el problema de aislamiento de la meseta castellana debido a una orografía complicada y una deficiente y mal conservada red viaria, que hacía muy difícil el transporte de los excedentes agrarios de la región: lana, vino y cereales, fundamentalmente.

Dársenas, acueductos, esclusas, arcas, molinos y fábricas de harina, presas, puentes y almacenes forman un conjunto etnográfico que aún se puede apreciar y que permite seguir la huella de aquel fabuloso proyecto ina­cabado del Marqués de la Ensenada de construir en Castilla una red de canales similar a la de los países centroeuropeos. La obra hidráulica salva importantes desniveles, en ocasiones de hasta casi 90 metros, a través de 49 esclusas, algunas de ellas de enorme tamaño, pero no pudo salvar el obstáculo mayor de todos, la cordillera Cantábrica. 

Tras iniciarse las obras en 1753, en 1849 comenzó la explotación del Canal de Castilla, por el que hacia 1860 llegaron a circular casi 400 barcazas, la mayoría de ellas de propiedad privada, que partían de distintas dársenas donde cargaban y descargaban sus mercancías hasta que en 1866 el tren Valladolid-Santander hizo inviable el proyecto

En 1849 comenzó la explotación del canal por el que, hacia 1860, llegaron a circular casi 400 barcazas, la mayoría de ellas de propiedad privada, que partían de distintas dársenas donde cargaban y descargaban sus mercancía. 

Aunque la mayoría se dedicaron al transporte de mercancías (trigo, harina y madera), hubo cuatro diligencias diarias encargadas de llevar pasajeros desde Valladolid a Palencia. Estas barcazas utilizaban la tracción animal para navegar, y para ello se trazaron los llamados caminos de sirga, paralelos al curso del agua por donde circulaban mulas o bueyes. Estas barcazas, construidas en madera y más tarde en madera y hierro, llegaron a superar los 20 metros de eslora y 4 de manga, con 50 toneladas  de capacidad.

En 1866, apenas tres años antes de la inauguración del Canal de Suez, la puesta en servicio de la línea ferroviaria Valladolid-Santander dio el golpe de gracia al Canal de Castilla, cuestionando su empleo como medio de transporte. Aun así, hubo que esperar hasta 1959 para que la navegación por el Canal de Castilla quedara definitivamente clausurada, lo que llevó al desmantelamiento de numerosos almacenes de mercancías. La mayor parte de las fábricas también fueron cerrando paulatinamente y hoy el Canal de Castilla conserva un patrimonio y un valor turístico que merece mucho  la pena descubrir. Sin ir más lejos.