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Foronda en la piel

Jamás me he hecho un tatuaje y jamás me lo haré... a no ser que sea para cumplir  una vieja, demasiado vieja ya, promesa. Una promesa que tiene que ver con una gabarra remontando  la ría del Nervión, desde el Abra hasta el Ayuntamiento de Bilbao. Entonces, pero sólo entonces, me haré un tatuaje. Será uno pequeñito y discreto, con forma de escudo. Y será perfecto. Mi único tatuaje. Para siempre. Porque las promesas están para cumplirlas, siempre y cuando el supuesto se produzca. Y éste se producirá.

  • Última actualización
    12 noviembre 2018 17:41

A otras personas, sin embargo, no les hacen falta motivos tan especiales ni tan gozosos para plantarse un tatuaje en cualquier parte del cuerpo. Ni siquiera para cumplir una promesa. El catálogo de “ecce homos” epidérmicos perpetrados a medias entre tatuador y tatuado es infinito. Y no deja de aumentar con nuevas fechorías. El mundo marítimo y portuario ha sido un ejemplo bien conocido en esto del arte de la tinta subcutánea y con fama tan justa como justificada.

Por algo Concha Piquer cantaba en “Tatuaje” a aquel marinero, hermoso y rubio como la cerveza, el pecho tatuado con un corazón, que vino en un barco de nombre extranjero y al que encontró en el puerto un anochecer. “Mira mi brazo tatuado con este nombre de mujer, es el recuerdo del pasado que nunca más ha de volver” (...) “Mira su nombre de extranjero escrito aquí, sobre mi piel. Si te lo encuentras marinero dile que yo, muero por él”. Tatuajes por amor. 

Amor a una mujer, a un marinero de nombre extranjero... o a un aeropuerto. Amor como el que profesa al aeropuerto alavés de Foronda el joven vitoriano Daniel Castro, quien para demostrarlo se ha tatuado la torre de control en el gemelo de la pierna derecha. Con todo detalle, incluidas la escalera exterior y las antenas de comunicaciones que coronan la estructura de hormigón  levantada en 1979. ¿Es un tatuaje original? Obvio. ¿Es un tatuaje bonito? En absoluto  ¿Es Daniel Castro un  friqui? Según la RAE, “Friki/Friqui: Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición”.

Foronda es la “obsesión” de Daniel Castro. Con 27 años preside la asociación “Juntos por Foronda”, que en su Facebook  refleja su pasión por la aviación comercial, tanto de pasajeros como de carga, tan fundamental en Foronda. 

Ayer publicaba el siguiente post: “¡Seguimos creciendo! ¡Y subidón en carga que vuelve a números verdes con una subida del 6,6%! Esperemos que el nuevo PIF en Navidad y el inminente H24 aúpen aún más los datos”.  Y el pasado miércoles éste: “¡DHL cambia su avión en la ruta Santiago-Vitoria! ¡Pasa de un 737 a un 757! Parece ser que es por el aumento de paquetería en los próximos meses. Esperemos que dure mas...”.

Y este otro: “¡De aprobarse los presupuestos vascos el Ayuntamiento destinaría 2 millones de euros para la compra de suelo cerca de Foronda y así hacer supuestamente la construcción del Vitoria Industrial Air Park (VIAP)!”.

Daniel no es ningún friqui por haberse tatuado la torre de control de Foronda en el gemelo de su pierna derecha. Daniel es un joven vitoriano que desborda pasión por los aviones y por el aeropuerto de su ciudad; que defiende el progreso de Foronda y de Álava. Que entiende la importancia de la carga aérea en la economía local y que está comprometido con el bien común. Es alguien con ideas e ilusión. ¡Ojalá hubiera más jóvenes como Daniel Castro, ilusionados con la logística y con su energía para mejorar lo que es de todos. Daniel, llevas Foronda en la piel pero eso sí, el tatuaje...bonito, lo que se dice bonito, no es. Perdona, pero tenía que decírtelo.