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Nos toman el pelo

Últimamente tengo la impresión de que se nos queda cara de tontos en muchas ocasiones. Así, en general. O se me queda cara de tonta a mí, no vaya a ser que ahora el personal se me moleste, que los hay que tienen la piel muy fina.

  • Última actualización
    08 noviembre 2018 16:34

Un claro ejemplo, que no tiene nada que ver con la logística, es lo que ha ocurrido con el lío de las hipotecas que ha formado el Tribunal Supremo. Porque vamos a ser claros. Realmente, ¿qué importancia tiene que legalmente tenga que pagar el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados el banco o lo tenga que hacer el cliente? Todos sabemos que quien lo va a pagar realmente va a ser este último. ¿O no lo tenían claro tanto antes del Supremo como después?

Primero, se me quedó cara de tonta cuando la Sección Segunda  anunciaba que a partir de ahora sería los bancos quien lo pagarían, creando un revuelo monumental y una caída en Bolsa del sector bancario que ni en los mejores tiempos de la crisis, oiga. Después, cuando se anunció que tamaña decisión había que estudiarla y que se convocaría al Pleno de la Sala de lo Contencioso-Administrativo. La tercera, cuando éste decide dar la vuelta de nuevo a la tortilla. Y la cuarta, cuando el presidente del Gobierno anuncia que se aprobará un Decreto para que sean los bancos quienes paguen a partir de ahora.

¿Pero por qué tanto caos para que al final acabemos pagando siempre los mismos, los consumidores? ¿O es que la banca no va a hacernos pagar ese impuesto sin que nos enteremos? Y encima de endosárnoslo, lo usarán como herramienta comercial haciéndonos creer que no nos suben la hipoteca, que no son como su competencia, que ellos son más transparentes. Y otra vez cara de tontos mientras firmamos –lástima que yo ya tengo hipoteca y que no voy a pedir a Hacienda que me devuelva lo que me cobró por el dichoso impuesto–.

Algo parecido a lo de las hipotecas y el lío del Supremo me está pasando con el gasóleo. Cuando parecía que el motor diésel es el causante de todos nuestros males en relación con la contaminación de las ciudades, ahora va la patronal del sector del motor de Catalunya (FECAVEM) y dice que las emisiones globales de los motores diésel son inferiores a las de los motores de gasolina, que las nuevas tecnologías de los diésel emiten menos partículas y óxido de nitrógeno que los de gasolina y que los primeros presentan ventajas claras con respecto a los segundos en términos de eficiencia, fiabilidad, duración y bajo consumo. ¡Tócate un pie!

Y no es la primera vez que oigo esto de que ni unos son tan malos ni los otros tan buenos –o menos malos–. De hecho, pocos meses atrás leía un estudio que aseguraba  que las emisiones de CO2 procedentes de la circulación estaban aumentando en Europa debido a las amenazas de prohibición de los diésel, lo que hacía que los compradores optaran por los de gasolina, que emite más CO2. Y añadían que los nuevos motores diésel lograban eliminar prácticamente el 100% de las partículas no quemadas en su combustión, es decir, lo que hacía que antes los de gasolina fueran mejores. ¡Ahora que hace unos meses cambié mi coche diésel por uno de gasolina! ¿Lo ven? Otra vez cara de tonta.