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En los puertos se estudian ciencias

  • Última actualización
    16 octubre 2023 05:20

El ecosistema portuario es amplio, complejo y diverso. Eso es así. Incluso si nos centramos en observar solo el sistema portuario nacional descubrimos que existen, a la hora de proceder, una variedad de enfoques en las autoridades portuarias tan diferentes como las personas que las lideran. Y eso (en principio) es bueno porque esa divergencia de soluciones logísticas entre nodos estratégicos que compiten entre sí, ese huir de la estandarización de respuestas, aporta versatilidad, resiliencia y diferenciación al sistema portuario nacional. Y sí, sé que me diréis que también estaría bien que, para algunas cosas, la respuesta portuaria colectiva fuera una, contundente y clara, pero bueno para eso estaría Puertos del Estado, ¿no?

Dentro de esas áreas en las que las autoridades portuarias trabajan a su ritmo, con intereses propios o prestados por sus comunidades portuarias, están dos de mis favoritas: las acciones de innovación y las de integración puerto-ciudad. En ambos casos, las inversiones portuarias se centran en mejorar la calidad de vida de las personas que viven en las áreas de influencia portuaria e impulsar el conocimiento y las ciencias (todas ellas, incluidas las sociales porque la cultura y el arte también tienes mecenas portuarios), materias que ¿a quién no le gustan?

Además, muchos de los proyectos de integración Puerto-Ciudad que lideran nuestros puertos, con el fin de mejorar sus relaciones con las ciudades que les acogen, cuentan con actuaciones e infraestructuras que se destinarán a la innovación marítimo-portuaria y el conocimiento e investigación marina y tecnológica, con lo que el negocio portuario más puro también se beneficia de las investigaciones patrocinadas. La simbiosis es total.

La adaptabilidad en el negocio marítimo es una necesidad inaplazable y saber cómo alcanzarla es una virtud que no todos tienen

¿Ejemplos? Hay muchos, los más recientes: hace una semana Algeciras estrenó el primero de los tres edificios, el del Campus Bahía de Algeciras de la Universidad de Cádiz, que acogerá su Lago Marítimo, un proyecto Puerto-Ciudad que transformará y pondrá en valor ese espacio para uso y disfrute de los algecireños. El objetivo es dotar al último tercio del Llano Amarillo con un palacio de congresos, un centro de interpretación e innovación portuaria, un museo portuario y la futura Universidad del Mar. Ahí es nada.

Por su parte, también hace unos días, el Puerto de Huelva fue galardonado por su Lonja de la Innovación, un espacio que también impulsa la innovación tecnológica del sector portuario gracias a las empresas, startups y emprendedores que desarrollan distintos proyectos tecnológicos en materia de transporte y logística en ella.

Mención aparte se merecen los clústeres de conocimiento que también se gestan a la sombra de las autoridades portuarias.

Comités de innovación que vertebran a la comunidad portuaria y a su cadena de valor, fundaciones que posicionan a sus puertos (¡y a sus ciudades y empresas!) en el mapa y entidades que nacen de la colaboración público-privada, y que suplen las carencias que la administración pública no puede atajar, son una realidad porque las autoridades portuarias apuestan por ellas. Y no lo hacen aportando ilusión, palmaditas en la espalda o una cesión de espacios (al menos no solo con esto), sino con pasta gansa. Lo hacen hoy y, lo más importante, lo harán mañana. ¿Y por qué es importante que lo hagan? Porque, insisto, la adaptabilidad en el negocio marítimo es una necesidad inaplazable y saber cómo alcanzarla es una virtud que no todos tienen. Así que es vital fortalecer el talento de nuestros puertos, porque son las personas las que hacen posible los cambios que exige el futuro.