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Esperando (de nuevo) al milagro chino

  • Última actualización
    07 febrero 2023 05:20

En 1816, Napoleón Bonaparte vaticinó que el despertar de China sacudiría el mundo. Desde finales del siglo pasado, la presencia del gigante asiático en el escenario geopolítico mundial ha supuesto un cambio no sólo en las relaciones políticas en todo el mundo, sino también y, sobre todo, en las económicas. El despertar de un mercado de más de 1.300 millones de personas supuso para las economías occidentales un terreno casi infinito donde plantar las semillas de sus futuros crecimientos e implantar sus procesos de producción con costes mínimos.

La llegada de la COVID y las políticas restrictivas del Gobierno de China pusieron en entredicho muchos de los pilares de esa economía mundial -no se apuren, no voy a volver a darles la matraca con la famosa relocalización-. Las constantes disrupciones de las cadenas de suministro con origen y destino en Asia han supuesto para las cadenas de valor globales un titánico esfuerzo para no romperse. En Occidente levantábamos las restricciones, y el sector logístico miraba de reojo a China esperando un relajamiento de la política COVID-cero que el Gobierno de Xi Jinping mantenía a rajatabla, a pesar de que sus principales indicadores macroeconómicos quedaban muy lejos de cifras de años anteriores.

Pero hay que reconocer que China es un país que no deja de sorprender. Las crecientes protestas ciudadanas obligaron al todopoderoso Partido Comunista de China a recular y a levantar las restricciones casi de la noche a la mañana. La normalización de la vida en el país asiático abre la puerta a un nuevo milagro no sólo para la economía china, sino también para la mundial, en un momento en que la creciente incertidumbre global ha provocado un nuevo récord en la instauración de políticas proteccionistas y restrictivas del comercio, que se suma a los descensos en las exportaciones, el transporte aéreo de carga, el trasiego de componentes electrónicos y la pérdida de impulso del transporte marítimo de contenedores y de las materias primas.

La reactivación de China debe ser el aliciente para que el comercio marítimo mundial salga de la situación en la que está, con un binomio oferta-demanda cada vez más descompensado. Ese previsible aumento de la demanda tendrá como consecuencia una mayor necesidad de espacios en los buques -algo que ayudará a reducir los blank sailings-, y permitirá a los operadores marítimos reducir la incertidumbre a la hora de saber si van a poder llenarlos. Consecuentemente, los grandes hubs marítimos también se verán beneficiados de esta situación, ya que va a suponer un aumento de su actividad y la reactivación de proyectos que hasta el momento se han quedado en punto muerto. Pero, sobre todo, puede ser la puerta hacia la generación de empleo y nuevos puestos de trabajo más cualificados.

La gran duda es saber cuándo comenzarán a notarse estos beneficios del nuevo despertar de China. Los economistas hablan del tercer trimestre de este año. Para entonces, el sector logístico, y sobre todo el portuario, debe estar preparado para poder afrontar este nuevo desafío con todas las garantías. Todos y cada uno de los eslabones de las comunidades portuarias deben estar perfectamente engrasados para afrontar los picos de tráficos que los puertos van a vivir en el momento en que la maquinaria china coja velocidad de crucero. Ahora es buen momento para prepararse. Si esperamos demasiado, quizá sea demasiado tarde.

El sector logístico, y sobre todo el portuario, debe estar preparado para poder afrontar el nuevo despertar de la economía china con todas las garantías