Les anuncio desde estas líneas que me sumo a la declaración y también quiero mostrar mi rechazo unánime (acordado conmigo mismo) a un Acceso Norte al Puerto de Valencia que perjudique a las Torres de Serranos, a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, a las Ramblas de Barcelona, al Paseo de la Castellana de Madrid... o a mi dormitorio, que nunca se sabe. Ya está, ya lo he dicho.
¡Cómo somos las personas! ¿De verdad alguien puede pensar que, en los tiempos actuales, se va a proyectar un Acceso Norte que perjudique a un área poblacional o a una zona protegida? Pues sí, se piensa. Es cierto que hace algunos lustros se han ejecutado infraestructuras sin mirar a los lados, pero esa opción hoy ya no es posible.
Con todo, lo que más me sorprende de todo este asunto, si es que todavía existe algo que nos llame la atención, es que se sigue pensando en negativo; se sigue demonizando a los mismos y se sigue viviendo en un perpetuo victimismo.
Los vecinos de Alboraya, más bien dicho sus representantes municipales, han decidido ponerse la venda antes de la herida y, para colmo de males, no han tenido la suficiente visión estratégica como para tratar de “sacar tajada” de un proyecto que, lejos de perjudicarles, les puede venir muy, pero que muy bien.
Me explicaré. El proyecto del acceso Norte al Puerto de Valencia, en proceso embrionario ya que ni siquiera se ha firmado el convenio para la realización del estudio informativo, prevé la construcción de un túnel submarino que conectaría la vía de acceso norte a la ciudad con el puerto de Valencia.
A efectos legales, si el túnel discurre por el subsuelo (marino o terrestre), deja de tener afección sobre cualquier término municipal (ni Alboraya, ni Valencia) por lo que poco tienen que aportar al asunto los consistorios, tal y como ha reconocido el propio Joan Ribó.
Otro asunto sería el inicio del túnel, es decir, por dónde entrarían los camiones a ese acceso. Por lo que se ha comentado, la entrada podría estar “a la altura de Port Saplaya”, una zona residencial costera ubicada en el término de Alboraya y a escasos metros, por cierto, del término municipal de Meliana.
Si yo fuera vecino de Meliana rogaría para que el Acceso Norte se iniciara en mi término municipal, solicitaría integrarme en la definición del proyecto y trataría de aprovechar las indudables sinergias económicas que podrían producirse al contar con unos metros de una infraestructura tan relevante como la que se proyecta, más todavía teniendo claro que ni va a perjudicar la huerta ni a los vecinos.
Pero seguramente eso es mucho pedir. Sigue siendo más fácil negar la evidencia e instalarse en un discurso fácil y populista que no hace otra cosa que generar enfrentamiento y desconocimiento.
Los representantes de los ciudadanos tienen una responsabilidad fundamental que no es otra que defender los intereses de sus vecinos y no crean que hay muchas fórmulas para conseguirlo. Una de ellas, como siempre, es pensar más en los demás que uno mismo.