En este país del todo gratis y las subvenciones, en esta era en la que lo digital ha elevado a los altares el “compartir” como eufemismo de piratear y en esta nueva cultura social en la que el conocimiento no tiene más premio, ni más precio, que el aplauso y un puñado de likes y emoticonos sonrientes en la red social de turno, no es de extrañar tanta contrariedad cuando a alguien le da por cobrar.
Ahora bien, aquello que tiene un coste no puede darse nunca en gratuidad porque su único destino sería la ruina final y porque, además, primero, sólo se valora lo que tiene un precio; y segundo, sólo se puede exigir un valor a las cosas cuando se exige una contraprestación, ya que la calidad y la permanente mejora queda vinculada a una respuesta tensionada por el precio de esas cosas.
Este Suricata ha repasado los nuevos precios lanzados este año por el SIL para poder tener acceso a las conferencias y distintos congresos según los días. Por primera vez se fijan unas tarifas que oscilan entre los 30 y los 650 euros, un valor ligado al coste organizativo y al conocimiento impartido.
Lo fácil es quedarse en el simplista análisis de lo financiero y lo recaudatorio. No obstante, lo importante es que el primero que sitúa su propio listón bien alto con estos precios es el SIL, que sabe que ahora más que nunca no puede fallar, porque ahora más que nunca le van a exigir calidad. A partir de aquí, un aplauso al Salón por ponerle precio a la información y al conocimiento, que nunca pueden ser gratis, y bien lo saben ustedes que leen a este humilde Suricata por suscripción.
