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Para ser culto también hay que saber de logística

Un buen amigo, allá por 2013, en pleno paseo dominical por un parque de Madrid, sorprendió la conversación de dos mujeres que, en mitad del perpetuo lamento por  esa crisis que desde 2008  perseveraba en su asfixia, se mostraban consternadas por la última quiebra de una compañía, escuchada en la radio esa mañana: “...y ha cerrado Transportes Ochoa... ya no sé cómo va a acabar todo esto...”

  • Última actualización
    14 abril 2021 11:13

Con la perspectiva de casi una década y a los ojos de los retos que sigue teniendo hoy la logística, aquella triste noticia encarnaba en esas mujeres un gran triunfo, que no era más que el de una compañía logística que durante su andadura había logrado penetrar en la conciencia de la sociedad, formar parte de su acerbo, hasta el punto de ver cómo dos mujeres cualesquiera lamentaban su desaparición.

Hay varios niveles de penetración de un sector o hecho público en la conciencia popular. El más bajo, y no por ello más inusual, es el de no tener ninguna o tener una muy baja penetración, que se sustancia en una invisibilidad total de todo lo que se ejecuta y realiza y en apariciones contadas en ámbitos públicos basadas en hechos delictivos, luctuosos o accidentales que no generan más interés en la sociedad que lo grotesco, dramático o excepcional. Este ha sido el sino del sector logístico durante su historia reciente.

Un segundo nivel se produce cuando ese sector desconocido existe en nuestra vidas porque molesta, porque perturba nuestro día a día, es un enemigo al que combatir y derrotar, sin importar las causas, ni su pasado, sólo los efectos que me implican. Hablamos de una toma de conciencia en ámbitos locales, donde se puede llegar a conocer ampliamente la actividad perturbadora y, sobre todo, el problema que representa. La nómina de infraestructuras e industrias en este apartado es eterno, en una cultura clara de las trincheras, no exenta de conceptos generalistas como que los camiones estorban en las carreteras, los aviones hacen ruido o que los barcos contaminan las playas.

El tercer nivel se da cuando la sociedad avanza y la reivindicación por los efectos de determinada actividad no es en contra, sino a favor. Se toma conciencia de que algo es importante y beneficioso, genera riqueza y desarrollo. Es necesario o incluso vital. Hay que defenderlo. Un ejemplo en este sentido es la campaña desarrollada para la defensa del Corredor Mediterráneo y los frutos alcanzados.

Aquella sociedad que toma conciencia de un sector en toda su dimensión es capaz de trabajar en todo aquello que debe mejorar sin cuestionar su esencialidad

Traspasado este umbral, el sector logístico se adentra en territorios ignotos, porque un cuarto nivel sería el de aquella sociedad que toma conciencia de un sector en toda su dimensión, es capaz de trabajar en todo aquello que debe mejorar sin cuestionar su esencialidad y de reivindicar su mejora per se en todos los ámbitos dado su valor, hasta el punto de que todo ello pesa en el contrato periódico que los representantes públicos establecen con los ciudadanos, dado el valor estratégico en todos los órdenes. Podríamos decir que la pandemia y la calificación como esencial del sector logístico es un esbozo de esto que, eso sí, ha quedado de momento muy difuminado.

A partir de aquí, la sublimación se alcanzaría en un quinto nivel o dimensión paralela, que se produce cuando lo logístico forma parte de la cultura popular, cuando lo logístico está en el lenguaje del día a día y en sus expresiones, cuando está en la música o en la literatura, cuando está en la educación básica que se imparte en las escuelas, cuando es importante saber quién formuló la ley de la Gravedad pero también, por ejemplo, quién inventó el contenedor, o cuando, como viene sucediendo en las últimas semanas, alguien de forma espontánea pregunta por la logística en general o por un puerto como el de Algeciras en particular en esos famosísimos concursos de T5 o A3, ejemplo de cómo mostrar que para ser culto también hay saber de logística. Puede que algo estemos empezando a hacer bien.