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Tenemos que vernos más

Acabo de estrenar calendario como quien estrena zapatos nuevos. Y estoy contento y radiante, como aquellos  pequeños renacuajos a los que cantaba Germán Coppini, alma mater de Golpes Bajos y que tan pronto se nos fue con la Santa Compaña. De ello no había ninguna necesidad, ninguna prisa, Carabás. Pero ego te absolvo.

  • Última actualización
    03 diciembre 2018 16:58

El calendario que tengo colgado en mi oficina, en la pared a la derecha de la mesa, es gentileza de una transitaria (eskerrik asko, Juan Mari !) y muestra los meses de tres en tres como los Airgamboys (“De uno en uno, de tres en tres,  tenerlos todos qué fácil es”). 

Es uno de esos calendarios que no te traicionan,  porque no te ocultan lo que el futuro, ese período de tiempo en el que nuestros negocios prosperan, nuestros amigos son verdaderos y nuestra felicidad segura, te va a deparar en los 91 días que siguen. Y sin embargo, es probable que nuestros negocios quiebren,  que nuestros amigos sean falsos y nuestra felicidad incierta. Pero de todo ello no tiene culpa el calendario. Ego te absolvo también. Acaso seamos nosotros los culpables.

El calendario trimestral que tengo en la oficina es, digámoslo, un calendario laboral. No vale para colgar en la cocina de casa, donde el hueco está reservado para el calendario mensual de la caja de ahorros que tanto me “debe” y a la que tanto debo. Y sin embargo, agradecido que es uno, ahí luce altivo y desafiante junto al frigorífico, recordándome que a cada  paso de hoja cae también una cuota mensual, puntual como todos y cada uno de los recibos de todas esas empresas proveedoras que dicen ser colaboradoras y amigas mías.

Llegado diciembre, mientras el calendario mensual, tan cortoplacista él, apenas nos deja ver el bosque entre los árboles, con festivos marcados en rojo salpicando los laborales en negro, como si de una ruleta se tratara, el trimestral nos amplía la perspectiva, dándonos la oportunidad de anticiparnos a los eventos y de programar la acciones necesarias para cumplir los objetivos propuestos. En este sentido, diciembre se nos presenta como un mes intrascendente e inhábil para la resolución de los grandes problemas de fondo que nos aquejan; como un agosto pero frío y cargado de espumillón. 

Sin embargo, diciembre sí es un mes especialmente propicio para meditar y recapacitar, para hacer balance de lo bueno y lo malo  que ha traído el año. Pero, sobre todo, es un mes para (re)encontrarnos con nosotros mismos y con los demás, tanto dentro como fuera de la empresa. Algo que, por otra parte, debiéramos hacer en cualquier otra época del año, aunque la tiranía del calendario y nuestra propia sumisión a él nos impiden.

Quedan apenas cuatro semanas para dar matarile a este 2018 y en este arrebato prenavideño, edulcorado con los besos, abrazos y apretones de manos que intercambié el pasado jueves en Valencia en la celebración de nuestro 25 Aniversario, no puedo por menos que dar las gracias a  todas y cada una de las personas que he conocido durante mis años en esta casa por su confianza y cercanía.

Creo sinceramente, que lo vivido el pasado jueves es una demostración del afecto que nos tenemos los unos con los otros. Y creo que lo tenía que. decir aquí, en esta tribuna. Lo que también tengo claro es que, como reza el eslogan publicitario de Ruavieja, la marca gallega de licor de hierbas, “tenemos que vernos más”.  Voy a ver cómo tengo el calendario...