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Sin bola de cristal

Son muchas las ocasiones en las que tengo la sensación de vivir en una vorágine tal que solo me permite concentrar mis neuronas en lo que tengo que hacer en las próximas horas. O a lo sumo en los próximos cinco días laborables.

  • Última actualización
    19 octubre 2018 17:21

Echo en falta muchas veces tiempo para la reflexión, esos momentos en los que el cerebro, debidamente relajado y concentrado, trabaja bien engranado y piensa con claridad en el devenir de un horizonte lejano.

Y créanme, hacer este ejercicio es vital. No solo a nivel personal sino también en el ámbito laboral. Tener tiempo para reflexionar, para idear, para planificar es algo que las empresas deberían facilitar a sus empleados porque es de ahí de donde nacen las brillantes ideas que podrán hilvanarse después para conformar la línea estratégica por la cual debe deslizarse el continuado crecimiento del negocio.

No hay otra. El dar patadas para delante muy raramente suele devenir en éxito.

Ese ejercicio de reflexión es crucial para poder llegar a imaginar un nuevo mundo que nos espera a la vuelta de la esquina. En estos momentos de cambios constantes, de revoluciones tecnológicas y de novedades continuas que nos obligan a todos a estar hiperconectados y alerta, es más necesario que nunca poder ser capaces de imaginar qué servicios requerirá nuestro sector –el logístico en este caso– a medio y largo plazo.

Hoy más que nunca, las planificaciones a muy largo plazo suelen quedar en agua de borrajas. Porque el mundo cambia tanto y tan continuamente que no hay forma humana de saber cómo se moverán –o teletransportarán– las mercancías de aquí a, pongamos, 20, 30 o 40 años. Ni tan siquiera sabemos si se moverán o si seremos nosotros mismos quienes nos autoabasteceremos de muchos de los productos imprimiéndolos, por ejemplo, directamente en nuestra casa con avanzadas impresoras 3D.

Sí, cierto es que no me veo preparando un pastel a base de darle a la tecla del ordenador tras rellenar con material comestible el compartimento de tinta (?) de mi impresora. Desde luego, la cocina hecha así pierde cualquier atisbo de glamour. Pero es más fácil que el futuro de la gastronomía pase por eso o por algo similar y no que sigamos amasando la harina y el agua con un rodillo. Piénsenlo.

El sector de la logística tiene todos los números para ser uno de los que antes se vea impactado por los desarrollos tecnológicos que están por llegar, por la eclosión –por fin– de la robotización y por los cambios en los hábitos de consumo. Y ello es así porque la logística está para dar servicio al resto de sectores. Y si hay sectores que empiezan a desarrollar nuevas formas de negocio, no queda otra que inventar servicios ad-hoc.

Por eso, es importante que paremos y pensemos seriamente qué necesidades logísticas van a tener las empresas a medio y largo plazo. ¿Verdad que hace 30 años nadie se imaginaba lo que sería una zona de actividades logísticas? ¿O un puerto seco? ¿Acaso alguien veía posibilidades de futuro a comprarse un traje sin conocer al proveedor, sin probarlo y sin siquiera notar el tacto de la tela? No hace falta que me respondan. Tan solo reflexionen.