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Arbitraje obligatorio ¡YA!

Tiempo es lo que persiguen los sindicatos desde que estalló en Bruselas el proceso de liberalización de la estiba. El tiempo es por lo que pelean, el tiempo, ganar tiempo, todas las decisiones, todas las estrategias, todo tiene el mismo fin: apurar el tiempo, tener mucho más tiempo.

  • Última actualización
    03 noviembre 2020 23:53

Esa era la estrategia dilatoria cuando reclamaron una posición más activa del Reino de España en la defensa del modelo de estiba ante el Tribunal de Luxemburgo: alargar los plazos, ganar tiempo.

Esa era la estrategia durante el proceso legislativo de tramitación de la liberalización: regular aunque fuera a espaldas de la Comisión Europea y si luego venía una nueva denuncia, al menos se habría ganado tiempo.

Esa es la estrategia en la negociación del V Acuerdo Marco: el nada por aquí y nada por allá para que todo parezca que cambia y no cambiar nada para seguir ganando tiempo.

Esa es la estrategia en los tribunales con los aplazamientos de los juicios, esa es la estrategia en determinados puertos cuando se niega la realidad de los ámbitos, cuando se niega la realidad de la formación... Los ejemplos son infinitos. Absolutamente todo es un aferrarse a la desesperada para seguir sorbiendo el últino hálito de un modelo que, nos guste o no nos guste, ha cambiado.

Es más, no podemos negar bajo ningún concepto el empeño tenaz del sindicato mayoritario en estos años de eliminar la imprevisibilidad, la inseguridad y la inestabilidad del actual contexto de la estiba. Su compromiso aquí es ineludible. Ahora bien, siempre remando hacia el ascua que niega la realidad, hacia la orilla del pasado, siempre aferrado a la soga con la que tira a la contra del nuevo mercado liberalizado, sabedor que cada minuto que el pañuelo se mantenga alejado de la línea de no retorno será un minuto ganado para que todo siga como siempre, que es como desean que siga, sin ningún cambio, aunque todo haya cambiado.

El problema es que cada minuto que ganan los sindicatos para su causa es un minuto perdido para el sistema portuario, es un freno que desquicia como una gota malaya, cuando no nos arrasa como un tsunami porque en el caso del Puerto de Bilbao, por ejemplo, son ya muchas semanas, muchos días, muchas horas y, por tanto, muchísimos minutos de pérdida de tiempo que, como denunció en el webinario de Diario del Puerto el presidente de la Autoridad Portuaria de Bilbao, Ricardo Barkala, “es muy difícil que se recuperen”.

La mejor metáfora al respecto la dio en el webinario la presidenta de la AP de Barcelona, Mercé Conesa, con esa imagen tan gráfica del barco y el puerto. Sabemos dónde tenemos irremediablemente que atracar y podemos seguir dando vueltas por el mar, de acá para allá, podemos seguir perdiendo el tiempo soberanamente, negando la realidad, cuando lo lógico es poner la proa en dirección a donde corresponde porque, ahora mismo, ese puerto, ese destino nadie ni nada lo van a cambiar.

Por tanto, podemos seguir haciendo huelgas, podemos seguir aplazando juicios, podemos seguir redactando y volviendo a redactar borradores y más borradores de acuerdos marcos, podemos seguir mareando la perdiz para no ir donde no queda más remedio que ir y, por supuesto, para eludir que las autoridades competentes nos conminen a ello, pero no hay otra salida.

Al final, no queda otra -insisto una semana más, una columna más- que ir por la tremenda, y en democracia la tremenda se llama CNMC, se llama Audiencia Nacional y, sin ir más lejos, en el caso de Bilbao se llama arbitraje obligatorio ¡YA! A ver si remamos de una vez juntos. Tal y como estamos, cualquier otra cosa es un suicidio.