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¡Buen viaje, Álvaro!

  • Última actualización
    01 diciembre 2021 07:56

De los héroes, el vulgo sólo recuerda retazos, pues las historias completas son tan humanizadoras como contradictorias y decepcionantes.

Amelia Earhart es recordada como la primera mujer que cruzó en avión el Atlántico, un logro al que ella misma se esforzó en restar valor nada más aterrizar pues en aquel vuelo, donde piloto y copiloto hicieron todo el trabajo, ella no iba más que de pasajero.

En cambio, a Beryl Markham, la primera mujer en volar de orilla a orilla del océano Atlántico completamente en solitario, muy pocos la recuerdan por esta gesta, mientras que son muchos los que no olvidan su affaire con Dennis Finch Hatton, justo en los días en los que el piloto británico, inmortalizado por Robert Redford en “Memorias de África”, estrelló su avioneta Gypsy Moth amarilla en las verdes colinas de África.

Lloraba en la pantalla Karen Blixen y su alter ego Meryl Streep a su amado Finch-Hatton, pero los enterados nos recordaban que Dennis en ese momento andaba liado con Beryl y que de ella y solo de ella deberían haber sido las verdaderas lágrimas.

Banalidades aparte, Beryl Markham es y debe ser considerada como uno de los grandes pioneros de la aviación y de la logística y no por los récords sino ante todo por su esforzado trabajo de piloto de correo en África, esa urgente e indispensable tarea logística que se le encomendó a la aviación en sus albores.

Dicho esto, Markham tiene aún una virtud más extraordinaria, que fue la de poner por escrito qué siente un ser humano cuando explora lo que nadie ha explorado, cuando vive lo que nadie ha vivido y cuando cuenta lo que nadie ha contado. Esa elocuencia cargada de un profundo espíritu poético, que fue la que encumbró como escritor eterno a Antoine de Saint-Exupery, nuestro logístico aviador de cabecera, es la misma que encontramos en Beryl Markham en su libro “Al oeste con la noche”, donde narra su niñez en África y sus aventuras como piloto, libro del que Ernest Hemingway llegó a decir que “nunca hubiera sospechado que Beryl pudiera y quisiera ponerse a escribir, pero lo ha hecho, y tan bien, tan maravillosamente bien, que me avergüenzo de mí como escritor”.

Mi reflexión favorita de Beryl Markham en esa obra hace referencia a lo que siente el piloto cuando surca en solitario la noche, colgado del cielo, en “tierra” de nadie, rumbo a alguna parte:

“La tierra no es tu planeta más de lo que puede serlo una estrella distante, si es que se aprecia el brillo de alguna: tu planeta es el avión y su único habitante eres tú”.

Encierra esta definición una profunda comunión con las emociones de Antoine de Saint-Exupery y su inolvidable “El Principito”, tal vez su novela “aérea” menos explícita y, en cambio, la más conectada emocionalmente con la aviación pues, al fin y al cabo, el Principito era precisamente lo que expresa Beryl Markham: el único habitante en su planeta.

Desde esta mañana, Álvaro Rodríguez Dapena es oficialmente el nuevo habitante del despacho presidencial de Puertos del Estado. Conoce como nadie ese planeta, tanto como para saber  llegar a buen puerto sin ayudas a la navegación.

No obstante, ojalá Rodríguez Dapena no se sienta como un piloto perdido en la inmensidad de la noche, ojalá no le asfixie la soledad y ojalá sea capaz de gritar con coherencia y fortaleza en ese desierto al que todo buen piloto termina por aterrizar y en el que siempre hay que sortear zorros, serpientes y corderos para retomar el rumbo camino de la verdad. ¡Buen viaje!