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  • Última actualización
    20 diciembre 2018 11:56

La Navidad no tiene término medio. O te hunde en la miseria o te convierte en un niño pequeño, loco de alegría de escaparates y sonrisa de bombillas de colores. Mantenerte indiferente… como que no. No es posible. Huir podría ser una opción. Cuando uno anda aliquebrado y con pocas ganas de villancicos, digo. Pero, consejo de experto en la búsqueda de rincones silenciosos: tenga el amigo lector un cuidado extremo a la hora de elegir su destino de escapada. La Navidad le perseguirá allá donde vaya. Y a ella no le hará falta correr, porque antes de que salgamos hacia nuestro destino, es probable que ya esté allí. 

Estas fechas son de máximo movimiento de mercancías y personas de un lugar a otro. Pura logística por todos lados. Pero incluso el sector, en estos días de especial ajetreo ha de entregarse, faltaría más, al espíritu de la Navidad, nada espiritual en algunos de sus matices consumistas y en ocasiones un “pelín” hipócrita. Nos juntamos unos con otros y comemos como si no hubiera un mañana y bebemos como si lo fueran a prohibir. Y nos ponemos cosas en la cabeza y nos quitamos cosas de la cabeza. A base de copas. Si no puedes vencerla, únete.  Y pedimos deseos. Cada uno a un rey o a un camello, a un señor gordo de rojo o a su dios. Cada año buscamos de nuevo el atajo que no existe para eludir el camino conocido, ese que nos lleva a todos los logros a base de esfuerzo. El que hemos de construir cada uno. Del que cada cual somos responsables. Mucho mejor pedir las cosas al viento, anillo de oro en la copa o atragante de uvas en gaznate. Y si tan lógico e infalible método no resulta, pues a esforzarse mucho más el año que viene, cuando al anillo y a las uvas sumaremos unos calzoncillos rojos. Porque, a esfuerzo para labrarnos el futuro no nos gana nadie. Ah, y en el apartado del buen rollo, lo mismo. Vamos a desearle a todo bicho viviente que le vaya de maravilla. Esos sí, sin mover un dedo por nadie. 

Navidad ha de ser todos los días. Seamos creyentes o no, poco importará, cuando de lo que se trata es que nuestro dios, cada uno el suyo, crea en nosotros. 

Gracias amigos lectores por haber llegado hasta aquí, por leerme por encima de mis posibilidades. En los artículos agrios y en los dulces. O en los agridulces como este. Sigo deseando lo mejor para todos. O casi. Y sigo estando a vuestra disposición para todo o casi. Felices fiestas, cada día, todos los días.