Necesitamos, el ser humano en general, que se nos guíe, conduzca o pastoree. Todo menos pensar. Y mucho menos decidir. Por eso casi nadie quiere ser jefe
Sí, han leído bien. Una cosa es decir que a uno le gustaría mandar o dirigir y otra, muy distinta, es hacerlo cuando se tiene la ocasión real y concreta. Ahí viene lo duro. No nos gusta decidir, porque las más de las veces, decidir supone pensar, elegir y … decir que no a algo, o lo que es peor, a alguien. Hay muchísima gente que pasa por la vida sin decidir nada, o al menos nada de enjundia. Por eso la crisis de 2008 se llevó por delante tantas relaciones. Hubo que tomar decisiones importantes para sobrevivir. Se dejaron muchos pelos en la gatera y muchas personas cercanas, empleados, compañeros, hijos, esposas o amantes, resultaron afectados por las decisiones que se tomaron. Y todo se desmoronó. La gente quiere que la dejen tranquila, con su pan, su hembra y su fiesta en paz, que cantaba Jarcha. Por eso nos gusta tanto que nos marquen las pautas de nuestra vida. Los medios de comunicación nos dictan al milímetro cuándo comprar, cuándo regalar, cuándo viajar, cuándo vivir. Y parece que eso gusta.
Ya es primavera, ya llegan los Reyes, es el día del padre o de la madre, del perro o de la novia… cuando nos lo digan. El viernes es negro o el lunes es triste o tecnológico, con o sin IVA, los días son de oro, la semana fantástica, la noche de compras… cuando quieran. Suena el pistoletazo y todos a correr a los grandes almacenes a por la colonia para el día de los enamorados, el libro y la rosa en Sant Jordi, el mocador en Sant Donís, las cenas casi siempre, el roscón en Reyes, la nueva colección de ropa, en cuanto nos digan que esa colección es nueva y que eso es ropa.
No es que seamos tontos, que a veces no, es que somos cómodos.
En estos días, a poco que tengas algo de vida social, se juntan fechas señaladitas de esas de las que uno intenta escapar año tras año… con tanto ahínco como falta de éxito. El Día de los Enamorados, el Día del Padre, el Día de la Madre… salpicado todo con algún que otro cumpleaños, bodas, bautizos y comuniones. La primavera ha venido dictando órdenes de compra con tono hitleriano. Y no nos dejan pensar si queremos comprar o no, regalar o no. Es el Día D en la Hora H y ya estás echando a correr, hacia la tienda o el ordenador.
La otra opción, esa de pensar por uno mismo y preguntarnos a pecho descubierto qué queremos hacer y cuándo, es más jodida, pero créanme que puede dar grandes satisfacciones. Se trata de regalar, sin falta, cuando apetezca, lo que apetezca, a quien apetezca. Porque igual a primeros de febrero no tenías ni ganas ni tiempo ni inspiración para determinar qué “pongo” le endosas a tu ser querido el día 14. Igual en octubre oyes comentar que le gustaría o necesita esto o aquello y te pilla con tiempo y te pilla inspirado. Y, aunque sea más caro y a destiempo, le regalas esa entrada al teatro o ese viaje. Y tienes ser querido para rato.
Sea como sea, no dejen de regalar a los demás, tiempo, sobre todo. Cuando ellos lo necesiten, no cuando lo ordenen señores que ni conocemos.
No es sencillo. Pero algo hemos de hacer para que la vida sea algo más que lo que te dicten los anuncios de la tele.
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