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De tantas razones que había no hubo ninguna

  • Última actualización
    13 julio 2021 17:55

Puesto que la nueva ministra dijo ayer que es ministrA y eso le va a llevar en el Ministerio de Transportes a desarrollar políticas de género, servidor, que soy hombre, voy a ejercer hoy de periodistO y voy a comenzar esta columna ejerciendo periodismo de género, es decir, voy a pasar olímpicamente de comentar los salones rojo-PSOE de Raquel Sánchez con hebilla floripondiada tipo hoja de parra, posicionada únicamente en tobillo derecho (ojo querida ministra de izquierdas con estos errores ubicacionales), y voy a centrarme en el debate sobre las desconcertantes Adidas azules con franjas blancas e ídem reborde de suela que portaba nuestro siempre querido e incisivo César Ramos.

Solemnizaban tan sport calzado del diputado unos adornos taloneros y unos ribetes de interior tan carmesíes como el calzado de la ministra, más que una coincidencia una constatación de que vestir de rojo-rosa siempre es un acierto en actos tan políticos.

Como dice el anuncio de la ONCE, francamente Ramos estaba “crocanti” con semejante calzado, “Apolo en polo”, “el oro del Perú, llámame tiramisú” y una alegría para la vista en un acto tan correcto como simple, donde abundaron los silencios y en el que un buen historietista nos habría dibujado a todos los presentes con rostro circunspecto y un inmenso interrogante sobre cada una de nuestras cocorotas.

Más que nada porque en el mismo instante en el que Ábalos dejaba bien claro a los presentes que había andado recogiendo todos y cada uno de sus papeles, en la sala todos y cada uno nos hacíamos la misma pregunta: ¿Por qué se han cargado a Ábalos? ¿Cómo es posible?

¿La verdad? Apenas se atisba entre tantas y tantas teorías que bucean en lo que nuestro imaginario quiere creer que ha sido una oscura conspiración.

Aún así, pasan los días y seguimos buscando razones, queremos razones, necesitamos razones.

Y yo me pregunto, ¿acaso no las tenemos ya delante?

Pasan los días y seguimos buscando razones, queremos razones, necesitamos razones. Y yo me pregunto, ¿acaso no las tenemos ya delante?

Si nos vamos al ámbito de Gobierno general, ¿qué más razones queremos para un cese que la implicación de Ábalos en el chapucero encuentro con Delcy Rodríguez, el trasiego de sus maletas, sus paseos por el Zara aeroportuario y, sobre todo, la negación a ultranza y el engaño ante la opinión pública de lo que vieron todas las cámaras?

Todavía en este ámbito, ¿qué más razones queremos para un cese que la implicación de Ábalos en las indescifrables e injustificadas ayudas estatales para la salvación de la compañía aérea venezolana Plus Ultra?

Si nos vamos al ámbito del partido y de su labor como secretario general, sin abundar en otros asuntos, ¿qué más razones queremos para un cese que la concepción y chapucera gestión de las mociones de censura en Murcia, que desataron el huracán Ayuso y han colocado al Gobierno en su momento más débil de valoración pública e intención de voto?

Por último, y lo más importante, si nos vamos al ámbito estricto de su competencia ministerial y nos centramos en la logística, ¿qué más razones queremos para su cese que su marcada, constatable y contrastada ausencia de los asuntos sectoriales, sin interés ninguno por impulsarlos o desatascarlos?

De verdad, ¿no hay razones para el cese?

Pues no y si las hay no son estas, porque todos asumimos que las expuestas entran dentro de una lógica  ajena e ignorada por el actual presidente de Gobierno. Hemos ya asumido que por estas “nimiedades” no se cesa a un ministro.

“Tiene que haber algo más, tiene que haber algo más...”  Y seguro que lo habrá, o no...