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Donde el mar no se puede concebir

Sufrí a Joaquín Sabina en la adolescencia por tener amigos con gustos dispares. Siempre me pareció un gran poeta, pero poco se puede decir como músico de quien no tiene voz ni tampoco le pone melodías a sus letras.

  • Última actualización
    30 marzo 2021 17:20

En cualquier caso, convendremos que su “Pongamos que hablo de Madrid”, recién cumplidos en 2020 los 30 años de su aparición, es un clásico indiscutible de la música española que, eso sí, desgraciadamente abunda en esos lugares comunes que por entonces eran las jeringuillas y en esos otros que hoy en día todavía representan la masificación, el estrés y la alienación que suscita toda urbe de semejantes proporciones.

Tal vez por eso Sabina hablaba en sus conciertos de ciudad “invivible”, lo cual puede ser un buen análisis para quienes lo ven desde fuera, pero no para quienes por lo general vivimos en Madrid, nos hemos hecho a vivir en Madrid y nos gusta vivir en Madrid, lo cual no quiere decir que cuando tenemos tiempo libre nos queramos quedar siempre aquí. Madrid tiene siempre de todo y para todo el mundo, siempre está ahí, su inmensa oferta de ocio, de cultura o incluso económica nunca cesa y la ventaja de quienes vivimos aquí es tener todo eso a un paso y encima poder disfrutar de otras muchas cosas cuando nos escapamos de aquí.

No olvidemos que Madrid siempre tiene las puertas abiertas y eso sirve tanto para entrar como para salir, algo fundamental en una ciudad que es acogedora porque entre tantos que somos no nos permitimos el lujo de juzgar y que además es cruce de caminos porque estamos en el centro, una equidistancia que algunos retuercen con el sambenito de la “centralidad” y que no es más que una virtud incuestionable, como demuestra la propia logística.

En este contexto, el segundo verso de “Pongamos que hablo de Madrid” esconde una más que profunda reflexión.  Canta Sabina “...donde el mar no se puede concebir...”, una referencia para muchos simple en torno a que Madrid no tiene playa, pero que no es más que reflejo de lo que a veces se nos quiere hacer creer, es decir, ese deseo de que quienes vivimos en el terruño mesetario nos limitemos a oír, ver y hablar de lo que tiene que ver con el terruño mesetario para dejar al resto que hablen de sus cosas sin la interferencia de los que aparentemente nada podemos ni sabemos “concebir”.

Madrid tiene mucho que decir y que exigir en materia de gestión portuaria, de corredores ferroviarios, de permeabilidad infraestructural y en materia por supuestísimo de carga aérea

Surgen aquí dos planos absolutamente irrenunciables pero que absolutamente se mezclan y retuercen que es, como hemos dicho, el concepto de centralidad con Madrid como capital de España, junto con el concepto de Madrid como región con identidad propia.

Del primero, nada que cuestionar. Quien tiene la responsabilidad general, tenga sus posaderas en Madrid o en cualquier otro sitio que se considere capital, debe velar por el interés general, moleste o no al interés particular.

Del segundo, hay mucho que reivindicar, es decir, el de Madrid como una región que tiene sus necesidades propias, sus visiones propias y sus propuestas propias y que no debe ser silenciada en el totum revolutum de la centralidad.

Madrid tiene mucho que decir y que exigir en materia de gestión portuaria, en materia de corredores ferroviarios, en materia de permeabilidad infraestructural, en materia por supuestísimo de carga aérea. Madrid debe tener una estrategia definida a este respecto y llevar a cabo una defensa a ultranza siempre desde la preeminencia del interés general de toda España y con un espíritu eminentemente constructivo.

No olvidemos que Sabina, sí, decía que Madrid era “invivible”, pero a continuación siempre añadía que era y es “insustituible”.