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Es la política, amigo

Muchas, pero muchas veces, le damos importancia a cosas que la tienen, sí, pero en otra medida, mil veces menor en cuanto relativizamos. No somos nada, y menos en calzoncillos. Siempre hay cosas más importantes que las que creemos que son “lo más importante de la muerte”. Sólo eso, la muerte y su preámbulo, la enfermedad, son realmente importantes. Sólo “el golpe de ataúd en tierra es una cosa perfectamente seria”, que decía Machado.

  • Última actualización
    13 febrero 2020 16:11

Todo lo demás es… relativo. Nos pensamos que nuestros problemas son lo más. Que si los tráficos estancados, que si los ataques contra la sensibilidad medioambiental de Barcelona o Valencia, que si está en juego la vinculación al gobierno autonómico o nacional de los puertos, que si el acuerdo marco de la estiba, que si el virus ese que amenaza a nuestro querido comercio exterior… Que haya algo de mayor importancia se nos antoja imposible. Por eso, cuando leemos en Diario del Puerto, que el presidente de Puertos del Estado puede estar de salida, que tiene sus días contados, lo primero que se nos viene a la mente es que no puede ser posible. ¡Con la que está cayendo en los puertos de España! ¡Con lo bien que habla el sector de él y el cariño que le empezaba a coger! ¿Cambiarle ahora? ¡Quia! Se nos olvida que este mundo no es solo logístico o económico. Es también político. Y cuando ellos quieren, es sólo político. Y punto. ¿Hay algo más? Si ponemos en un plato de la balanza todo lo mucho que está pasando en nuestros puertos en esta etapa convulsa, casi determinante, y en otro los intereses del partido… el fiel se mantendrá firme. Pero el infiel se doblará como un junco en la tormenta. El fiel o infiel a los puertos, digo.

Lo que ocurre en los puertos, que podemos llamar definitivo, histórico, importante o muy importante, no es nada comparado con la batalla a cara o cruz que se va a librar en el gobierno de la nación, cada día, para seguir ahí. Han tocado a rebato y ya no hay nada más. Por un lado, el gobierno necesita que los cargos sean de una fidelidad total, ciega, ahora y en su historia reciente; que nada se olvida, que todo cuenta. Y por otro, una vez que ya se ha formado ese gobierno, acabada la eterna transición, es tiempo de colocar y recolocar piezas, pilares y contrapesos pendientes de ubicación. El equipo ha de ser, además de rotundamente fiel, motivado y satisfecho con su cargo. Se va a librar la batalla que realmente importa, la única, la de luchar por conservar el poder. Contra eso… ¿qué importancia puede llegar a tener un puerto, todo el sistema portuario, un presidente de Autoridad Portuaria, un presidente de Puertos del Estado o un Delegado de Gobierno? Habremos de esperar a que en la cúpula esté todo atado y bien atado, a que sus cuitas estén resueltas más o menos a su satisfacción, para que presten la atención debida a nuestros puertos en particular y nuestro sector logístico en general. Esperemos que cuando nos toque no sea demasiado tarde. De todos modos, estará bien que tomemos nota de esta nueva lección de relativización. Repitan conmigo: no somos nadie. Y menos cuando hay intereses políticos de por medio.

Por cierto, dicen que vendrá de Oriente la estrella que habrá de marcar el camino hacia el futuro de Puertos del Estado.