Asomo el morro por estos páramos no porque pretenda parecer diligente y aplicado en este arranque del curso, de nuevo bajo la losa del enmascarillamiento.
Les hablo casi por un descuido. Si les soy sincero, llevo desde el lunes desperazándome entre estiramientos de patas, desencajamientos de cuello y desatrancamientos de prismáticos, jaleo fruto de la hibernación estival. Ha sido tanta que he arrancado desentrenado y con los radares prestos a activarse sin ton ni son, hasta el punto de caer ayer en la temeridad de colarme en el primer webinario de la temporada del ministro Ábalos, faena solventada, como siempre, aliviándose.
Aún así, no me resisto a sacarle punta a dos palabras del ministro tan inocentes como significativas y que rallan sobremanera mis meninges, hartos como estamos de los lugares comunes, tan abundantes como inútiles. Venimos escuchando desde hace más de una década, la importancia, textual, sea el ministro que sea, de “apostar por el transporte ferroviario, especialmente por el transporte ferroviarios de mercancías”. Pues bien, ayer Ábalos arrancó como siempre la frase, pero cuando llegó al “especialmente”... habló del ferrocarril “metropolitano”. Menudo bajón, queridos. Ni para los lugares comunes ya estamos.
