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  • Última actualización
    30 junio 2008 00:00

Sé perfectamente cuando una lectura me entusiasma y cuando me aburre soberanamente, pero nunca he sabido transmitir bien cuál es el estilo que me gusta en literatura, no al menos hasta que leí unas palabras de Stefan Zweig en las que relataba su forma de entender la escritura.Para el genial escritor austríaco, en la mayor parte de las novelas se incluye un gran número de elementos que son accesorios (largas descripciones innecesarias, figuras secundarias inútiles, diálogos extensos…) y que restan dinamismo a la lectura. Según decía Zweig, esta forma de entender la literatura tenía su germen en su propia impaciencia como lector que le llevaba a exigir textos que mantuvieran la tensión y el nivel hasta la última página.Llevando al extremo esta máxima, Stefan Zweig creó la que quizás sea la más universal de sus obras, “Momentos estelares de la humanidad”, en la que desarrolla lo que viene a llamar “catorce miniaturas históricas”. Para Zweig la historia no es interesante en sí misma; durante miles de años la historia transcurre sin novedades aparentes, sin hechos destacables, sin embargo, hay ciertos momentos, que en ocasiones no duran más que minutos o segundos, y que han provocado giros inesperados en la historia o que la han marcado definitivamente.En su narración sobre la caída de Bizancio, Stefan Zweig explica con maestría cómo el asedio de los otomanos sobre la ciudad empezó a encontrar su fin cuando un grupo de jenízaros descubrió una pequeña puerta abierta en la muralla (llamada Kerkaporta) por la que pudieron acceder al corazón de la ciudad. Este descuido, en apariencia insignificante, supuso un punto de inflexión en la historia de oriente y occidente.¿Y por qué les cuento yo todo esto?, dos motivos. El primero: he vibrado tanto releyendo este libro que sentía la enorme necesidad de compartirlo y, si me permiten, aconsejarles encarecidamente su inmediata adquisición y lectura, es un clásico imprescindible.En segundo lugar: ¿cuántos pequeños detalles nos pasan inadvertidos? ¿cuántas cosas nos resultan aparentemente inútiles o inocuas? ¿cuántas decisiones hemos tenido que tomar en cuestión de segundos? ¿cuánto ha cambiado nuestra vida desde que en aquél preciso instante...? Demasiado, ¿verdad?Estamos rodeados de pequeños e insignificantes detalles y momentos, tantos que merece la pena dedicarles un poco más de tiempo y cariño. La verdad no se esconde en grandes cajas con rótulos gigantes.