Yo, como madrina, te bautizo y te deseo viajes productivos y seguros, en cualquiera de los mares y ríos que navegues. Hoy te bautizo con el nombre de Manizales. La voz de Doña Ofelia Escobar Aristizabal suena vibrante y emocionada, pero sobre todo dulce, muy dulce. La megafonía esparce al viento los buenos deseos de Doña Ofelia y deja flotando en el aire, suspendida por su tercera sílaba, la última palabra: ¡Manissaaales!.Al escucharla, al periodista le viene sin quererlo a la cabeza el ¡Assuuucar! de Doña Celia Cruz, pero aquí no suena la salsa sino el himno de Colombia a todo volumen. Entonces, tijera en mano, Doña Ofelia corta la cinta, amarilla, azul y roja, para que la Ley del Péndulo se encargue del resto: hacer que el neonato reciba, como mandan los cánones, el agua bautismal; o mejor dicho, el agua de Bilbao, como nos gusta llamar aquí al champán. Licencias que nos tomamos en el Botxo...Escenas como ésta que tuvo lugar hace unos días en Bilbao (concretamente, en las instalaciones de Astilleros de Murueta en Erandio), formaban parte del paisaje cotidiano de la Ría hasta épocas bien recientes. Pero los tiempos han cambiado. Seguramente a mejor, aunque quienes alcanzamos a tener un mínimo de memoria y gusto por las tradiciones, preferiríamos ver repetidas estas escenas más a menudo. Al fin y al cabo, Dios (que con amor maneja el timón de la Iglesia en medio de las tempestades de este mundo, como dijo el sacerdote al bendecir el Manizales) creó la Ría del Nervión para que los barcos navegaran por sus aguas. Y también para que nacieran y murieran en sus orillas.Dicho esto, el bautizo y botadura del Manizales vino a reivindicar el carácter de la Ría como alma de la industria naval vasca. Pero hubo más. Astilleros de Murueta culminaba la mayor construcción en sus 43 años de vida. El Manizales, el número 30 de sus buques, es un carguero de 118 metros de eslora y 8.000 toneladas de peso muerto, que materializa el acuerdo de colaboración entre Naviera Murueta y el armador colombiano Navesco, culminado en la sociedad conjunta Maraesco, a quien el Manizales va destinado.Se trata del primer buque de una colaboración estrecha y de futuro para los mercados americanos, dijo el consejero delegado de Naviera Murueta, Máximo Gutiérrez. Compartimos una misma identidad en los principios y valores, afirmó el presidente de Navesco, Rubén Escobar. En definitiva, el Manizales es el fruto de la confianza en el futuro; de la apuesta de dos empresas de Bilbao y Bogotá, unidas para compartir la propiedad, los riesgos y los posibles éxitos económicos.Por eso, quienes aquel frío 2 de diciembre asistimos desde la grada de invitados a la botadura del Manizales no pudimos más que dejarnos contagiar no sólo por la grandiosidad de la escena sino, sobre todo, por lo que ello significaba de rearme en confianza, optimismo y orgullo, en estos tiempos de zozobra que nos acompañan desde hace más tiempo del que quisiéramos.Hay que tener confianza en el futuro. Sin duda. Tras la madrina y los directivos de Murueta y Navesco que participaron en la botadura, allí estaba el sacerdote pidiendo la protección divina y los apoderados del banco, vigilantes de que su dinero retorne a buen puerto. Ya se sabe, la confianza también tiene un límite...