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Juventud

Durante casi un par de horas estuve el pasado fin de semana conversando con un buen amigo en torno al cambio climático. Interesante. Como única conclusión les comentaré que resulta sorprendente comprobar cómo somos capaces de argumentar sobre casi cualquier asunto sin apenas tener conocimientos sobre el mismo.

  • Última actualización
    04 diciembre 2019 17:22

Hablamos de fútbol como si fuéramos entrenadores experimentados; criticamos sistemas tácticos y llenamos de vehemencia nuestras palabras cuando la mayor parte no somos más que aficionados... con derecho a pataleo, eso sí.

Escuchamos a contertulios que impostan y argumentan como si fueran expertos, cuando en realidad no son más que integrantes de un gran circo mediático en el que se impone el espectáculo y el entretenimiento frente al rigor y la información.

Cuando uno de estos personajes se refiere a nuestro sector y nos damos cuenta de la ignorancia y la estupidez que esconde cada una de sus palabras, deberíamos pensar que esto mismo es aplicable a casi cualquier asunto que aborde el contertulio o espécimen experto en todo y conocedor de nada.

Me perdonarán algunos, pero hablar de cambio climático y negar la evidencia asegurando que hace 40 años ya existían fenómenos climáticos como los que sufrimos actualmente y que es todo un invento endemoniado de unos cuantos para no sé qué… no parecen argumentos suficientes para minimizar la realidad de los datos de los informes elaborados por cientos de expertos en la materia, e independientes.

En realidad, no sé qué es lo que mueve a quienes niegan sistemáticamente la realidad. ¿El posicionamiento político y la oposición sistemática por encima de cualquier cosa? ¿La superioridad moral de quien piensa que los argumentos están para pisarlos y no para escucharlos?  Ya le digo que no lo sé, pero en el fondo me atrevo a pensar que es comodidad o no tener el valor suficiente como para enfrentarse a una lectura más o menos inteligente y documentada para extraer una opinión propia. Siempre es más fácil utilizar los argumentos planos, masticados e interesados de los demás.

Les animo a que echen un vistazo a las páginas centrales de este Diario y comprobarán que no les hablo de ciencia ficción.

La mayor parte de los más jóvenes, quizás menos intoxicados políticamente, no tienen la más mínima duda cuando son interrogados al respecto. Estaría bien hacer un poco más de caso a estas personas que son las que, en definitiva, van a heredar las consecuencias de nuestras acciones.

Y llegados a este punto no me resisto a llamar la atención sobre el poco o ningún caso que en este sector, o en casi todos, se le presta a la juventud.

Quisiera huir de tópicos tales como sabia nueva, ideas frescas y chorradas por el estilo. La juventud, más allá de hacer lo mismo que hacemos, pero con un aire diferente, debería irrumpir de lleno aportando innovación. Dicho de otra forma, esperamos de ellos una disrupción, una ruptura más o menos agresiva  del sistema establecido para luchar contra la inercia y la pesadez de los métodos tradicionales con el fin de generar un ecosistema logístico más eficiente, sostenible y competitivo.

La juventud suele tener la respuesta a muchas preguntas. Está bien confrontar nuestros argumentos con ellos, como también está bien bajar nuestra humildad a un nivel concreto que nos permita escuchar con atención, argumentar con respeto y extraer conclusiones sensatas a la vista de una reflexión profunda e inteligente.