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La épica de la logística y los que se aprovechan

  • Última actualización
    02 marzo 2021 17:18

En los tiempos premilénicos de Julio Carazo y Dulsé Díaz padre al frente de Gefco España, en aquellas eras de la mano de Manuel Fernández Rouco cubriendo la inauguración de plataformas logísticas por toda la península al son de los hisopos sacerdotales, no olvidaré jamás el estreno de una plataforma en Zaragoza, en el Polígono de La Muela, cuatro coquetas paredes limpias de polvo y paja, capaces de inspirar mis mejores greguerías (“Una nave vacía para un logístico es como para un escritor un folio en blanco”) pero, ante todo, sublimación divina del hielo seco: lástima que entonces no hubiera vacunas de Pfizer para conservarlas a -80º. Qué buen negocio se hubiera hecho en aquella nave a coste cero. He estado decenas de veces después en auténticas plataformas de conservación y de congelación a decenas de grados negativos, pero jamás me dolieron tanto los pies de frío como aquella vez.

En cualquier caso, rendíamos así de la manera más simple honores a esa esencia de la logística que es lo extremo, porque aunque la logística perfecta es la logística anodina y vulgar en la que todo funciona sin alteración, en la que todo discurre con absoluta normalidad, todo en logística se valora, se destaca y se ama desde el sobredimensionamiento, desde la excepcionalidad, desde la grandeza, desde la heroicidad, desde el reto, desde la superación, desde los récords, desde la magnificencia, desde la aventura, desde la superación, desde la victoria, en definitiva, desde la más pura esencia olímpica y su “Citius, Altius, Fortius”, pues en esta carrera que es mover el mundo y sus cosas se trata de vencer por la vía de ser el más rápido, el más alto y, por supuesto, el más fuerte.

En este devenir hay una profunda cultura de lo extremo, una marcada afición por la épica porque la vida es un permanente contratiempo y, en cambio, en la logística no se acepta derrota alguna a manos del segundero, valor tan diferencial y santificador como tumba de quien no supera la prueba.

Es más, hay cierta recreación en lo dificultoso, hay cierto gustarse en lo imposible, y es que se ama la logística porque se logra quebrar la lógica en circunstancias inimaginables y es en ese fervor cuando nos emocionan las tormentas y las tempestades, las nevadas y las olas de calor asfixiantes, las alturas, los abismos y las profundidades, las madrugadas, los insomnios, el hielo, las brasas, toda esa pléyade de circunstancias que rompen todos los esquemas, todos los balances económicos, todas las previsiones y que, en cambio, en vez de frenarnos nos motivan por partida doble como a los toros bravos.

Por eso, y lo hemos dicho ya muchas veces, un logístico nunca se detiene, tenga el reto que tenga enfrente, algo que para bien o para mal, clientes y proveedores ya saben. Demasiado bien lo saben.

Nada puede detener a la logística, nada detiene a la logística, nada frena a los logísticos, pongas las trampas que pongas en el camino, inocentes, fortuitas o aviesas e interesadas. Ellos seguirán la senda, todo lo recta que se pueda, y aguantarán lo que haga falta, porque esto consiste primero en ir, ante todo ir, y luego ya veremos quien lo paga, si lo pagan.

Es la esencia de este sector, insistimos, víctima de su grandeza, pero también de su épica. A muy pocas cosas se le dicen que no o, mejor, a muy pocas cosas se les puede decir que no.

No es este un sector de plantarse y menos de coordinarse. En el mundo de los héroes lo que más hay son versos libres, una debilidad en la que muchos caen y recaen y que muchos aprovechan para pedir por la cara otra pirueta, y otra, y otra, y otra más...

Los logísticos seguirán la senda, todo lo recta que se pueda, y aguantarán lo que haga falta, porque esto consiste primero en ir, ante todo ir, y luego ya veremos quien lo paga, si lo pagan