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Cómo debe valorarse la reciente apreciación del euro

  • Última actualización
    05 septiembre 2025 05:20

La marcada trayectoria alcista del euro en 2025 (hasta julio, un 6% en términos efectivos y un 11,5% respecto al dólar estadounidense) ha conllevado valoraciones muy dispares.

Entre las visiones optimistas se sitúan quienes entienden este reforzamiento de la moneda europea como un paso hacia el “global Euro” (en palabras de Christine Lagarde). Esta fuerte apreciación se corresponde a un período de desconfianza internacional respecto al dólar (dado el comportamiento de la Administración Trump y la carga de la deuda pública de Estados Unidos) y de una renovada, aunque tímida, confianza en que Europa por fin dará un paso adelante en términos de integración, potenciación de la inversión en actividades productivas de vanguardia y asunción de las responsabilidades que corresponden a una gran potencia (por ejemplo, en seguridad y defensa). Además, señalan los optimistas, un euro fuerte facilita, vía reducción del precio de las importaciones, la labor del BCE en su (casi culminado) esfuerzo por recuperar de forma continuada la estabilidad de precios perdida en 2021.

Los pesimistas, desde luego, subrayan que ese euro apreciado, precisamente en el momento en el que los aranceles impuestos por la Administración Trump encarecen las exportaciones europeas, suponen otra pesada carga sobre las empresas de la Eurozona; un 15% de arancel más un 11% de apreciación del euro impone, en efecto, un severo estrés sobre la competitividad, al menos en el mercado estadounidense.

Aunque, como revela el gráfico superior, en realidad el euro está con relación al dólar exactamente en el valor con el que empezó su existencia, y un 1% depreciado respecto a la media histórica, lejos de los máximos del momento posterior a la Gran Recesión y previo a la crisis de la deuda de la Eurozona. Sí es cierto que, respecto al conjunto de los socios comerciales, el euro nunca ha estado tan fuerte, un 15% por encima de la media histórica, lo que, en efecto, dificulta las exportaciones, pero a la vez aumenta el poder adquisitivo de la región y sus ciudadanos, importando desinflación y abaratando, por ejemplo, los viajes al exterior. Claro está, el efecto sobre cada país de la Eurozona difiere, dependiendo de su tipo de ventaja comparativa (productos de calidad o de precios bajos), su grado de apertura respecto al exterior o su dependencia energética, por citar solo algunos factores.

Por tanto, la fortaleza del euro tienes sus contras y sus pros, y al menos a quien suscribe le encantaría que entre estos últimos de verdad estuviera la consolidación de una mayor relevancia de la moneda europea en el Sistema Monetario Internacional, y no gracias a los problemas de otros, sino a una Europa más competitiva e integrada. No soy muy optimista al respecto.

¿Estábamos equivocados con las consecuencias de las políticas de Trump?

Las últimas semanas han contemplado una serie de declaraciones de miembros de la Administración Trump sobre cuán equivocados estábamos la mayoría de los académicos y expertos que denunciábamos sus políticas como perniciosas para Estados Unidos y para la economía global en su conjunto. Antes de desmontar la ciencia económica y fustigarnos por nuestra incompetencia en un arrebato estival, mejor maticemos las cosas. Abordemos hoy solo el tema de los aranceles y sus implicaciones, y ya regresaremos sobre las presuntas “victorias” en ámbitos como las criptomonedas, la inmigración, la demolición de la ayuda exterior o el combate con las principales instituciones académicas y científicas estadounidenses, por citar algunas.

Primero, hay que reconocer que Donald Trump ha conseguido algunos objetivos remarcables con su combinación de amenazas e imposición de un ritmo de negociaciones inusual para los estándares internacionales (más al respecto en la sección Destacados). Así, la quintuplicación (de momento) de la tarifa media de Estados Unidos con el mundo ha sido asumida sin réplica por sus socios comerciales (en el porcentaje que le ha tocado a cada uno), incluyendo los que tenían mayor capacidad de negociación (Unión Europea, Japón), que han entendido que, aunque políticamente sea muy doloroso (hasta humillante), económicamente esta posición ofrecerá mejores resultados a medio plazo que embarcarse en una guerra de represalias. Pero cuidado, lo anterior no sirve para China, principal objetivo estadounidense al inicio de toda esta escalada. Veremos en qué queda la negociación con el coloso asiático, que sí pretende jugar todas sus cartas, dominio de extracción y tratamiento de materias primas estratégicas incluido.

También es cierto que los 300.000 millones de dólares de recaudación arancelaria anual que ahora se estiman como factibles (la mitad de lo prometido en un principio) servirían para compensar exactamente el coste en la próxima década de la reciente ley fiscal de Trump (unos 3 billones de dólares adicionales de deuda pública). O sea, los extranjeros pagarán las rebajas fiscales a las empresas y los ciudadanos estadounidenses. ¿Seguro? Cada nuevo dato revela que, una vez agotados los stocks pre-posicionados por las empresas antes de la entrada en vigor de los aranceles, el importe de estos empieza a trasladarse a los precios que pagan los consumidores.

Lo que nos lleva a la inflación. Como ya comentamos en estas páginas, nunca fue realista pensar que en una economía relativamente cerrada como la de Estados Unidos los precios se iban a disparar con la escalada arancelaria, pero esta sí está implicando que el retorno al objetivo de inflación de la Reserva Federal se haya detenido, forzando a la Fed a mantener los tipos de interés por encima del nivel que hubiera fijado en ausencia de aranceles, lo que, en un coste autoinfligido por Trump, ralentiza el crecimiento económico y la creación de empleo, además de incrementar el coste de la deuda. Insultar al presidente de la Fed y despedir a la responsable del Bureau of Labour Statistics es de utilidad exactamente nula para reducir estos costes de los aranceles.

Recuerden, además, que si las recientes rebajas fiscales están sesgadas en favor de las rentas altas, los recortes en el gasto social se concentran en los quintiles de menor renta, que también, según todas las estimaciones, pueden ser los más damnificados por la traslación de los aranceles a los precios y por el menor dinamismo en la creación de empleo. Muchos de los afectados, perciban o no el origen de sus males, son votantes republicanos.

Ah, y por si tienen dudas al respecto, no, ni el déficit comercial (bienes) ni el déficit por cuenta corriente se han reducido bajo la presente Administración. Ya saben, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

Por tanto, no declaren todavía a Trump, sus asesores y sus apasionados seguidores en las redes sociales ganadores sobre los académicos y expertos “ortodoxos”.

Una crucial estrategia comercial que observar

En el marco de la arbitraria y caprichosa distribución de aranceles por el mundo realizada por Donald Trump, hay una decisión de singular interés, porque reconoce un proceso que viene acentuándose en los últimos años y que puede intensificarse en mayor medida a raíz de esas cargas aduaneras diferenciadas por países: el “trans-shipping”. Debe entenderse el término no como el mero transbordo de mercancías, sino como una transformación “cosmética” de un bien en un país intermedio, producto que es luego reexportado al destino final eludiendo no solo potenciales diferenciales de protección (entre el productor original y el intermediario) sino sanciones o bloqueos. Aunque este mecanismo de las empresas para eludir la protección tiene ya una larga tradición, sin duda ha ganado en importancia desde la escalada arancelaria, centrada entonces en China, de la primera Administración Trump. Vietnam ha venido ejerciendo como principal núcleo del “trans-shipping” de productos chinos hacia Estados Unidos, y la diferenciación arancelaria establecida por el actual gobierno estadounidense (arancel del 20% a las exportaciones vietnamitas “legítimas”, 40% sobre las reexportaciones desde China) obliga a observar con detalle al menos tres aspectos. Primero, cómo se puede identificar correctamente ambos tipos de exportaciones; segundo, si, más allá de Vietnam, Estados Unidos aplica en el futuro diferenciaciones similares respecto a otros países. Y, tercero, la capacidad de las empresas de buscar ubicaciones que aprovechen ventajas arancelarias relativas hacia el mercado estadounidense sin incurrir en aranceles adicionales y/o cómo disimular esos cambios “cosméticos” respecto al producto original a través de procesos de transformación del mismo en el país intermedio que conviertan la reexportación en “legítima” y, por tanto, sujeta a menores aranceles.

Un relevante riesgo que controlar

El seguidor de estas columnas es bien consciente de los preocupantes niveles de deuda pública que amenazan el buen funcionamiento de numerosas economías occidentales. También es conocedor de cómo las intervenciones de los Bancos Centrales entre 2009 y 2021 (“quantitative easing” y tipos de interés en mínimos históricos) mantuvieron el coste de la creciente deuda en niveles muy moderados. Cuando, en este contexto, la Administración Trump arremete contra la Reserva Federal por no reducir drásticamente los tipos de interés, subrayando el coste que ello tiene para la financiación del Gobierno Federal, renace el fantasma de la denominada “primacía fiscal” (“fiscal dominance”). Es decir, una situación en la que el Banco Central deja de atender a sus objetivos (en particular, la estabilidad de precios) para acomodar las necesidades del Gobierno de turno. Nada bueno para la economía redunda en el medio y largo plazo de esa primacía fiscal, aunque a corto suponga, qué duda cabe, un alivio para las finanzas públicas. Sería de agradecer que las autoridades monetarias occidentales, en principio independientes, resistan las presiones, que pueden extenderse más allá de las de la Administración Trump, para entrar, de nuevo, en este arriesgado juego.

Una poco comentada concesión que lamentar

Entre las cesiones de diversos países a las amenazas de Donald Trump es ciertamente lastimosa (además de pasar casi desapercibida) la que exime, por acuerdo del G7, a las multinacionales estadounidenses del pacto sobre fiscalidad mínima internacional cerrado en 2021, bajo el auspicio de la OCDE, y suscrito por más de 135 países, Estados Unidos incluido.

El derecho de los países a grabar aquellas grandes empresas internacionales que no lo son en otras jurisdicciones, parte del contenido del The Global AntiBase Erosion Rules, equilibraba, al menos parcialmente, el terreno fiscal de juego entre empresas de diferentes países y tamaños.

Acordar que las multinacionales estadounidenses quedan excluidas de ese acuerdo supone una discriminación flagrante y la apertura a que otros países quieran avanzar por ese mismo camino, abandonando el (casi) consenso internacional.

Una pésima noticia.