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En algún momento deberá revertirse el incremento de la deuda pública

  • Última actualización
    02 junio 2023 05:20

Señalábamos en nuestro sección de Destacados del pasado mes que el debate sobre la necesidad de reencauzar el ascenso de la deuda pública en Occidente estaba en marcha, de manera más calmada (pero no necesariamente menos conflictiva en el fondo) en la Eurozona y con la amenaza del inicio de un potencial impago de la misma en Estados Unidos.

El gráfico adjunto muestra el enorme incremento del endeudamiento público en las pasadas dos décadas, cuatro veces más intenso en Occidente que en el resto del mundo. El deterioro de las finanzas públicas en Estados Unidos ha sido mayor que en Europa, aunque las cifras de los países del sur de la Eurozona, por ejemplo España, tienen más similitud con las estadounidenses que con las mucho más moderadas del centro y el norte europeos

Que semejante aumento de la deuda pública se haya producido en tiempos de paz carece de precedentes históricos. Ciertamente, en estas dos décadas se han producido una de las recesiones más severas que se recuerdan, una pandemia de proporciones bíblicas y un conflicto bélico concentrado en lo geográfico pero de repercusiones globales por su impacto sobre los precios y el abastecimiento de materias primas críticas. Pero, en realidad, las mayor parte de los años del periodo han sido de crecimiento económico, y, sin duda, revertir el poco dinamismo del mismo es una clave esencial para que la deuda no nos ahogue.

Precisamente, la información adicional que aparece en el gráfico nos orienta a por qué el problema del exceso de endeudamiento público se ha vivido con bastante despreocupación por parte de gobiernos y ciudadanos. El pago de intereses, en relación al PIB, de esos volúmenes crecientes de deuda se ha mantenido constante e incluso se ha reducido entre el principio y el final de estas dos décadas del siglo XXI. Así que tenemos más deuda pero pagamos menos por el total de la misma. No hay problema.... pero en realidad, sí lo hay.

Lo anterior solo ha sido posible por la extrema y continuada expansión monetaria de los Bancos Centrales desde 2008, con la compra de deuda pública como arma principal. Pero los graves costes de esos excesos monetarios son ya muy perceptibles, y tal laxitud ha mutado rápidamente en restricción.

Eliminada la expansión monetaria, y también la inflación disparada del último par de años habrá de abordarse la necesidad de reducir esos niveles de deuda. Y ello exige una combinación de contención fiscal y de implementar las reformas estructurales necesarias para intensificar el crecimiento económico. Respecto a la también preocupante evolución de la deuda en China, igualmente recogida en el gráfico, nos remitimos al lector a la sección de La Pregunta, en el espacio inferior.

¿Es preocupante la lenta recuperación de China tras las medidas anti-COVID?

Uno de los factores más compartidos en las previsiones económicas para el año 2023 era el impulso al crecimiento global que provendría de la recuperación china, una vez fueran despareciendo los costes humanos y de readaptación de los mecanismos económicos al radical cambio de política respecto a la COVID-19 implementado por la Administración de Xi Jinping a finales de 2022. Muchos analistas consideraban que las previsiones oficiales de un crecimiento del 5% en 2023 (tras el muy modesto 3% del pasado año) serían confortablemente superadas.

No obstante, los datos acumulados en estos primeros meses del año no muestran un comportamiento particularmente dinámico, más bien lo contrario. No parece que el consumo esté experimentando el salto previsto tras el final de las restricciones, y las importaciones muestran un llamativo descenso respecto al primer cuatrimestre del año anterior (con especial incidencia en las de vehículos y las procedentes de Alemania).

Inmediatamente, se ha comenzado a listar el conjunto de factores que sostendrían la tesis de que China va a seguir sumida en un período de reducido (para sus estándares) crecimiento económico. Entre ellos, la necesidad de corregir los niveles excesivos de apalancamiento acumulados tanto en los gobiernos locales y regionales como en el sector privado, en particular en el ámbito de la construcción, tan esencial para el crecimiento chino de la década previa a la pandemia. O cómo los elevados niveles de tensión y las sanciones y réplicas a las mismas con Occidente (en especial, con Estados Unidos), suponen una disrupción significativa del normal funcionamiento de la producción en China. O la perniciosa influencia en ésta del creciente intervencionismo y control del Partido Comunista sobre las principales empresas en los múltiples sectores que el Gobierno Central considera estratégicos. O, por el lado de la demanda, cómo la tasa de ahorro durante la pandemia solo se incrementó en un 3% del PIB respecto a los niveles previos, menos de una tercera parte del aumento en Estados Unidos (o en España).

Todo lo anterior es cierto. Pero uno sugeriría que, como poco, se pusiera al lado un listado de factores que apuntan en sentido contrario. Primero, los datos acumulados hasta el momento se corresponden al período inmediatamente posterior al cambio de estrategia sanitaria, y es lógico que la respuesta, sobre todo del ciudadano medio, requiera algo más de tiempo hasta que se vaya disipando la incertidumbre. Segundo, si nos referimos a los niveles (y no al crecimiento) de la tasa de ahorro privada, no olvidemos que la china duplica holgadamente las medias occidentales y el margen de que empiece a traducirse en mayor consumo está ahí (mientras en Estados Unidos o España, por usar las mismas referencias, se ha agotado en buena medida). Tercero, parte de la reducción de las importaciones es consecuencia (véase los coches eléctricos) de sustitución por la producción nacional, lo que puede ser seriamente adverso para la industria alemana, pero no para la china. Cuarto, los movimientos de tráficos en el centro exportador mundial (el Puerto de Shanghái) revelan que la recuperación de la máquina productiva china está en marcha. Quinto, sectores especializados (como el del lujo) u otros más globales (en servicios), sí han experimentado un considerable repunte de las compras en los pasados meses. Finalmente, los márgenes de actuación de las políticas macroeconómicas del Gobierno central – fiscal, monetaria, crediticia, en un país en el que no hay problemas de inflación, son estimables.

Por tanto, sin negar que existen dificultades apreciables para el despegue chino, el autor de estas líneas se sitúa entre quienes creen que no solo se cumplirán, sino que se superarán las previsiones de crecimiento oficiales para el conjunto del año 2023.

Continúa la atonía del comercio mundial

Las últimas previsiones de las grandes institucionales internacionales siguen dibujando un panorama escasamente dinámico para el comercio mundial. Sea el 2.4% del FMI o el 1.7% de la OMC, se trata de aumentos inusualmente escasos incluso en una perspectiva temporal de largo plazo. Solo en episodios de crisis económica mundial (shocks del petróleo, Gran Recesión, pandemia) se hallan evoluciones más adversas en el pasado medio siglo. Y, aunque ciertamente 2023 no va a ser un año boyante, en particular en Occidente, el hecho de que el comercio mundial ofrezca peor comportamiento que la actividad (2.8% y 2.4%, respectivamente, de crecimiento del PIB global según las mismas instituciones), rompe con una tendencia histórica, mantenida hasta el principio de la pasada década. Desde 2010, el avance del comercio mundial se ralentizó de manera ostensible. Las tensiones geopolíticas y las dudas sobre las bondades de la globalización, traducidas en un fuerte incremento del proteccionismo a escala global, constituyen la clave de esa nueva tendencia. Y no son dos argumentos para los que se puede esperar una evolución favorable en el futuro inmediato.

Los avances siguen siendo insuficientes

Existe una convicción generalizada, ya señalada en estas páginas, sobre que el fin del ciclo de restricción monetaria en Occidente está próximo. Los efectos diferidos de las subidas ya realizadas de tipos de interés deben ser suficientes para revertir los exagerados niveles de inflación experimentados ya durante dos años, más cuando el crecimiento de la demanda se ha moderado apreciablemente. No obstante, quienes defienden que el endurecimiento monetario tiene todavía recorrido por cubrir, disponen de un argumento de peso: los valores de la inflación subyacente (excluyendo una energía cuyos precios se han reducido ostensiblemente durante los últimos meses, y unos alimentos no elaborados donde todavía no se ha producido esa disminución) siguen siendo muy elevados, e incluso crecientes. Así, los últimos datos para la Eurozona señalan un avance interanual del 7.3% (frente la media del 3.9% en 2022, mientras en España esas mismas cifras son del 6.6% y el 4.5%). Incluso en Estados Unidos, con el ciclo adelantado y un más temprano y enérgico endurecimiento monetario, esa inflación subyacente permanece en el 5.5%, una modesta caída desde el 6.2% medio de 2022. Si tales crecimientos de precios no empiezan a ralentizarse seriamente, el potencial fin en breve de las subidas de tipos sería tan solo una pausa.

Más decisiones exóticas sin sentido

Existe una convicción generalizada, ya señalada en estas páginas, sobre que el fin del ciclo de restricción monetaria en Occidente está próximo. Los efectos diferidos de las subidas ya realizadas de tipos de interés deben ser suficientes para revertir los exagerados niveles de inflación experimentados ya durante dos años, más cuando el crecimiento de la demanda se ha moderado apreciablemente. No obstante, quienes defienden que el endurecimiento monetario tiene todavía recorrido por cubrir, disponen de un argumento de peso: los valores de la inflación subyacente (excluyendo una energía cuyos precios se han reducido ostensiblemente durante los últimos meses, y unos alimentos no elaborados donde todavía no se ha producido esa disminución) siguen siendo muy elevados, e incluso crecientes. Así, los últimos datos para la Eurozona señalan un avance interanual del 7.3% (frente la media del 3.9% en 2022, mientras en España esas mismas cifras son del 6.6% y el 4.5%). Incluso en Estados Unidos, con el ciclo adelantado y un más temprano y enérgico endurecimiento monetario, esa inflación subyacente permanece en el 5.5%, una modesta caída desde el 6.2% medio de 2022. Si tales crecimientos de precios no empiezan a ralentizarse seriamente, el potencial fin en breve de las subidas de tipos sería tan solo una pausa.