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Una deuda pendiente

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 16:49

Barcelona y su área de influencia constituyen a día de hoy el primer centro logístico del Mediterráneo: la actividad de su puerto ha alcanzado un nivel comparable al de las principales dársenas del mundo y se halla en permanente ascenso, tanto por lo que se refiere al tráfico de mercancías que despacha como al número de pasajeros que parten y llegan a su terminal de cruceros; el aeropuerto, en primera línea de los españoles en volumen de viajeros y con una marcada tendencia a incrementar sus frecuencias intercontinentales, compite ya con los principales aeródromos europeos; añádase a ello una Zona Franca de dimensión muy considerable y actividad también pujante, diversos parques empresariales y numerosos polígonos industriales.Y sin embargo, la capital de Catalunya está muy lejos de obtener de activos tan notables el correspondiente beneficio que de ellos cabría esperar. ¿Dónde reside el problema? Sin duda, en el déficit de infraestructuras: una deuda que tienen contraída con Barcelona las administraciones - muy especialmente la Administración Central - y que aumenta cada día que pasa.Proyectos que se malogran, inversiones que se eternizan, licitaciones que jamás llegan a efectuarse... ¿Cómo se explica que la red viaria no se haya completado todavía con la eficacia exigible en un destino neurálgico de esta importancia?, ¿cómo es posible que un aeropuerto como el de Barcelona no disponga aún de estación de metro y trenes de cercanías, y mucho menos todavía de una conexión con el AVE? Son inquietudes que permanecen en el ánimo de muchos de nosotros. Todo ello por no hablar del corredor del Mediterráneo, arteria indispensable para el desarrollo del eje oriental de la península que supone más de una tercera parte del PIB español. El transporte mundial cambia a una velocidad de vértigo: solo a simple vista ya se percibe el auge de regiones emergentes, nuevos actores dispuestos a competir en el concierto logístico internacional. La Unión Europea, sin ir más lejos, hace ya mucho tiempo que ha formulado una decidida apuesta por las llamadas "autopistas del mar", con el objeto de conectar antes de cinco años los principales puertos del continente y estos, a su vez, con las principales plataformas de distribución ferroviaria y por carretera. Así las cosas, parece claro que la puesta al día de nuestras infraestructuras se hace inaplazable.Está fuera de toda duda, por lo demás, que el crecimiento de Catalunya no puede basarse en la demanda interna sino que debe abrirse al exterior, y para hacerlo el sector logístico constituye una pieza estratégica. Barcelona dispone de los recursos necesarios para convertirse en un hub europeo e intercontinental que se explica solo con observar su situación geográfica, su dimensión demográfica y su peso económico. Únicamente falta completar las necesarias infraestructuras, imprescindibles para que el complejo engranaje que supone un centro neurálgico de comunicaciones funcione, para estar en condiciones de contribuir de forma exponencial al desarrollo de múltiples sectores económicos.Si al compromiso exigible a las administraciones, en cuanto a inversiones y coordinación, así como a una decidida implicación del sector privado, unimos nuestra voluntad de mejorar también los procesos en los que participamos más directamente - como, por ejemplo, la entrada en funcionamiento de la ventanilla única aduanera, que será una realidad a partir del año próximo - acaso muy pronto podría obtenerse el pleno rendimiento de un potencial extraordinario que sería imperdonable desaprovechar. Es una deuda pendiente con Barcelona, Catalunya y el conjunto de la economía española.