Madrid acogió el pasado año la Reunión de Ministros de Fomento Iberoamericanos, en la que se puso de manifiesto que Iberoamérica aún mantiene un significativo déficit en materia de infraestructuras y de competitividad de sus sistema de transporte. Según el informe de la Secretaría General Iberoamericana y por la Corporación Andina de Fomento (CAF) sobre la realidad de las infraestructuras de transporte en Iberoamérica, el déficit es tal que para recuperar el retraso y acompañar al crecimiento de la región sería necesario un ritmo de inversión anual durante los próximos años del 5% del PIB, es decir, unos 250.000 millones de dólares anuales.Este ritmo de inversión en infraestructuras sería un 50% superior al actual y, en todo caso, según el referido informe, no serviría para recuperar la competitividad perdida con los países asiáticos emergentes, que en la actualidad invierten en infraestructuras una media anual del 7% del PIB, si bien China está por encima del 10%.Así, mientras en los últimos 20 años los países iberoamericanos doblaron su PIB, las infraestructuras de transporte no crecieron al mismo ritmo y se han transformado en importantes cuellos de botella, sobre todo los puertos, los aeropuertos y los pasos fronterizos. El déficit tiene también especial incidencia en las carreteras, por donde sigue transitando el 75% del tráfico interior de la región, lo que supone una clara distorsión del sistema modal y se traduce en una fuerte presión medioambiental.A excepción de Brasil y México, donde el ferrocarril tiene una cuota modal en el transporte de mercancías superior al 20%, en el resto de países apenas se supera el 5%. Lo peor es que las infraestructuras existentes tampoco tienen una calidad media suficiente, si la comparamos con la realidad de otros países o regiones del mundo.La encuesta del Foro Económico Mundial, que analiza la calidad de las infraestructuras en 140 países con puntuaciones del 1 al 6, da una nota media a Iberoamérica del 3,6, mientras que, por ejemplo, los países del Sureste Asiático están en el 3,9 y los países OCDE alcanzan el 5,4. Por modos, la mejor situación se da en las infraestructuras aeroportuarias, con varios países de la región bien posicionados. Mientras, en el caso de los puertos, presentan una situación intermedia aunque hay una fuerte disparidad según los distintos países.En una muestra significativa de países de Iberoamérica, recogida en el informe de la Secretaría General Iberoamericana y de la CAF, se observa que en la mayoría de ellos las infraestructuras de transporte restan competitividad, mientras que en el caso de países como España sucede lo contrario. Por ejemplo, Argentina ocupa el puesto 85 en el ránking de competitividad y Brasil el 53, mientras que sus infraestructuras de carreteras están en el ranking de calidad en los puestos 96 y 118 respectivamente, mientras que en el caso de los puertos ocupan los puestos 94 y 130.España ocupa el puesto 36 en el ranking de competitividad, mientras que la calidad de las carreteras está en el puesto 11, los ferrocarriles (gracias al AVE) en el 9, los puertos en el 13 y los aeropuertos en el 21, es decir, como elementos generadores de competitividad. Esta compleja realidad de las infraestructuras de transporte en Iberoamérica tiene un impacto directo en los costes, que restan gran eficiencia a las cadena logísticas.Esto puede observarse en países como Guatemala o Panamá, con costos de flete en sus exportaciones a Estados Unidos que son dos veces más que los existentes para países de la Unión Europea, lo que implica que la proximidad no garantiza nada mientras no exista una adecuada conectividad.En conjunto, los costes del transporte de mercancías en Iberoamérica son mucho más altos que en otras partes del mundo. Así, la falta de eficiencia en puertos y aeropuertos explica que un envío entre Norteamérica y Europa sea un 40% más barato de media que entre Norteamérica y Sudamérica.CompetenciaEn los costes también influyen otras variables, como el bajo grado de competencia entre compañías de transporte y los sistemas de transporte ineficientes a nivel interno de cada país, así como la congestión, tal y como se recoge en el referido informe. Un factor interesante es el de la capacidad de competitividad que otorga una infraestructura eficiente al resto de servicios cuya prestación no depende directamente de la misma. Los puertos iberoamericanos, por ejemplo, tienen los niveles más bajos de productividad del mundo si los comparamos con los puertos de América del Norte, Europa Occidental, Oriente Medio y Asia. Servicios como el practicaje, el remolque o la estiba no contribuyen a la eficiencia portuaria y en su caso no es simplemente por culpa de las infraestructuras. Eso sí, es obvio que estas juegan un papel decisivo a la hora de marcar un punto de inflexión, muy necesario ahora mismo en esta materia en Iberoamérica, que debe dotarse de infraestructuras si quiere rentabilizar su crecimiento económico.