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Las principales divisas responden a la escalada arancelaria

  • Última actualización
    09 mayo 2025 05:20

El “día de la liberación”, en definición de la Administración Trump (o el “día del esperpento”, ante la carencia absoluta de lógica económica, en forma y fondo, de la escalada arancelaria iniciada el pasado 2 de abril) fue testigo de una alteración inmediata y drástica en múltiples mercados financieros, entre ellos los mercados de divisas. El comportamiento de las tres principales monedas desde ese momento es tan dispar como remarcable (ver gráfico adjunto).

Aunque movimientos del +/- 3% pueden parecer modestos, debe considerarse que se trata de un período de solo cuatro semanas, y de la relación de cada una de las divisas seleccionadas con todas las de los socios comerciales, que tiende a fluctuar menos que los tipos bilaterales. Así, por ejemplo, la apreciación directa del euro respecto al dólar en este período rondó el 5%, lo que, a título de comparación, encarece los productos europeos en Estados Unidos un 50% adicional a partir del arancel mínimo del 10% que no se ha suspendido durante 90 días, como ha hecho el Gobierno Trump (salvo para China) con su “arancel recíproco”.

Antes de conocerse la dimensión del ataque arancelario de Estados Unidos al resto del mundo se esperaba un efecto de fortalecimiento sobre el dólar. En efecto, los aranceles, en una economía relativamente cerrada, tendrían efectos adversos limitados para el crecimiento, pero su impacto inflacionista obligaría a la Reserva Federal a retrasar cualquier rebaja de tipos de interés, apreciando el dólar. Cuando los nuevos aranceles excedieron cualquier previsión, y como la escalada no revertida con China supone (salvo en las excepciones que se han ido definiendo por ambos países) encarecimientos de los bienes de tal calibre que extinguirán el comercio bilateral de mantenerse, el efecto sobre el crecimiento en Estados Unidos será mucho mayor, y, con una perspectiva de forzada mayor laxitud monetaria (está por ver si esa es la lectura de la Fed), el dólar ha perdido valor durante el período.

Mientras tanto, el Gobierno chino, que “orienta” la trayectoria del renminbi en el día a día, ha ido orquestando una progresiva depreciación de su moneda, mayor que la del dólar, que, por supuesto, no compensa (ninguna corrección cambiaria podría) aranceles del 145%, pero posiciona mejor la competitividad china si esta locura arancelaria se corrigiese o moderase considerablemente.

Por último, el euro, parte por reflejo de la trayectoria de dólar y renminbi, parte por un cierto optimismo ante las recientes iniciativas de las políticas de defensa, industrial y tecnológica de la UE, parte por el final de ciclo de descensos de tipos del BCE, se ha apreciado estas semanas, lo que, como se ha indicado, agrava el efecto de los aranceles en las exportaciones europeas a Estados Unidos.

¿Puede un país salir ganando de la guerra arancelaria de Trump?

La respuesta generalizada del resto del mundo a la escalada arancelaria de la Administración Trump, al margen del desconcierto, el enfado y el debate entre negociar y reaccionar con sanciones recíprocas a la coacción estadounidense, ha sido, previsiblemente, de preocupación ante los efectos perniciosos de esa masiva distorsión introducida en el comercio mundial. Sin embargo, aquí y allí, se alzan algunas voces que proclaman un efecto beneficioso, para una empresa o un país, de este turbulento nuevo escenario. ¿Es posible obtener ganancias del mismo?

En primer lugar, el efecto de los aranceles sobre el crecimiento global es inequívocamente negativo, y será mayor en Estados Unidos que, además, sufrirá un impacto inflacionista, en especial porque los aranceles afectan también a los bienes intermedios. No está tan claro si los precios subirán en el resto del mundo. Primero, por el menor crecimiento económico; segundo, por la sustitución de bienes estadounidenses por otros de distintas procedencias no afectados por aranceles. Tercero, aunque esto preocupa enormemente en Europa y en el mundo emergente, por el efecto deflacionista de la desviación hacia otros países de exportaciones chinas antes dirigidas a Estados Unidos, a precios muy competitivos, por serlo en origen, por recibir subsidios adicionales y/o por la depreciación del renminbi.

Pero, retornando a la cuestión central, no será extraño encontrar ganadores en esta situación, más entre empresas y sectores de ciertos países que en economías enteras. ¿Por qué? Por una parte, Estados Unidos no puede sustituir, en ningún plazo pero menos de inmediato, gran parte de los productos, intermedios y finales, sobre los que ha elevado la protección arancelaria. Si finalmente los aranceles son asimétricos, habrá ganadores relativos que ganarán cuota en el mercado estadounidense. Y, si están allí con productos de calidad, es posible que puedan trasladar al consumidor final la mayor parte o la totalidad del encarecimiento derivado del arancel, si es que este sigue existiendo tras las negociaciones bilaterales que cada país mantenga con la Administración Trump. Ese nicho de consumidores puede pagar por ello. Por otra parte, no hay duda de que las empresas estadounidenses van a perder mercados, por aranceles recíprocos, por el encarecimiento de su propia producción y por un rechazo, que se extiende, hacia los productos del país. Fabricantes de otros países ocuparán esas posiciones. Tercero, en el resto del mundo se han intensificado las conversaciones para profundizar en acuerdos comerciales en marcha o pendientes de firma, lo que, de concretarse, abriría nuevas oportunidades a los exportadores. Cuarto, y aunque ello puede tener preocupantes repercusiones sobre los equilibrios macroeconómicos, las respuestas de las políticas monetarias y fiscales a un escenario de incertidumbre van a ser, en la medida de lo posible, expansivas. Y eso puede contemplarse en impulsos a corto plazo sobre el consumo (China), pero también en cambios de calado en políticas con implicaciones estructurales (UE), que generan serias oportunidades para ciertos sectores productivos. Quinto, existen algunos nichos de actividad que pueden crecer en esta nueva situación. Así, en Estados Unidos, el de los productos de segundo mano, considerablemente abaratados respecto a los nuevos bienes importados con mayores aranceles. O el del almacenaje de bienes extranjeros, por ejemplo en un país como Canadá, que pueda disfrutar de exenciones a la reexportación de los mismos. No digamos quienes han acaparado bienes este último mes en Estados Unidos a precios pre-arancel y los puedan poner en el mercado más caros en los próximos meses, con la excusa de los aranceles. En definitiva, los efectos de la guerra arancelaria son, sin duda, negativos, y los son más para el país que la ha iniciado, pero hay casuística más que variada para aceptar que sí habrá ganadores en este nuevo escenario.

Un doble aviso a corto plazo, aunque con una clara distorsión

La economía de Estados Unidos decreció en el primer trimestre de 2025, mientras su déficit comercial alcanzó un máximo histórico en marzo (162.000 millones de dólares, un 74% más que el año anterior). Ambos indicadores, impensables antes de la nueva política comercial de la Administración Trump, están ligados por un crecimiento insólito de las importaciones (que detraen al PIB), en un esfuerzo de las empresas por situar bienes en territorio estadounidense antes de la entrada en vigor de los aranceles que definen la citada política comercial. Desde luego, en futuros trimestres se producirá un efecto rebote, con importaciones sensiblemente inferiores. Pero también lo serán las exportaciones, y, si hemos de hacer caso a los indicadores de confianza de los consumidores, en caída libre, veremos ralentizarse – o caer – el consumo privado, que representa el 70% del PIB estadounidense. Si añadimos el obstáculo para la inversión que supone el nivel de incertidumbre actual sobre la política económica del país, no debe sorprender que las previsiones de crecimiento para el conjunto del año 2025 se hayan recortado drásticamente, incluyendo un aumento notable de la posibilidad de una recesión durante el mismo.

Un peligroso anticipo del futuro a medio plazo

Pocos expertos en geopolítica dudan de que el agua (y la distribución de su escasez en no pocas zonas) constituirá una de las fuentes principales de tensiones internacionales en las próximas décadas, donde no lo es ya. Por ello, el anuncio del Gobierno indio de la suspensión del Tratado de las Aguas del Indo con Pakistán, a raíz del asesinato de 26 turistas en la región india de Jammu y Cachemira, única de mayoría musulmana en el país, supone un aviso ominoso de cómo el acceso a tan preciado recurso puede emplearse en conflictos internacionales. Nótese que ambas potencias nucleares han combatido en tres guerras posteriores a la firma del Tratado, hace 65 años, sin que éste se hubiese suspendido nunca. A corto plazo, ni India dispone de los recursos y las infraestructuras para cortar el flujo de agua hacia su vecino ni parece probable que China, cuya localización geográfica le confiere ventaja en la gestión de la cuenca del Indo, permita que un aliado crucial como Pakistán se vea afectado por una restricción del suministro, lo que, además y con enorme probabilidad, conduciría a un enfrentamiento militar. Pero no es la única advertencia (véanse, por ejemplo, los problemas en el Nilo entre Etiopía, Sudán y Egipto por las nuevas presas erigidas por el primero de los tres países) de lo que puede suceder en el futuro.

Y una constante invariable

Cuando la incertidumbre arrecia, Suiza se enfrenta a retos muy distintos a los del resto de economías. Tradicional refugio de inversores en períodos de turbulencia, las autoridades helvéticas tendrán que afrontar la escalada arancelaria con un elemento adicional de deterioro de su competitividad, en una economía con un peso relativamente alto de su actividad exportadora: la apreciación del franco suizo. En efecto, esa condición de activo seguro de la divisa suiza, que ya supuso un fortalecimiento de la misma del 20% en términos efectivos (es decir, respecto al conjunto de socios comerciales) desde la pandemia hasta el final de 2024, se ha visto acelerado desde el pasado 2 de abril. En un mes, el franco se ha apreciado un 1,8% frente al euro, el doble frente a la libra y el yen, y casi el triple frente al dólar. Esto supone, además, que no hay duda sobre el efecto deflacionista de la guerra arancelaria en este caso, y ello para una economía donde la inflación, en términos interanuales, se mantiene apenas en terreno positivo los últimos meses. Con un tipo de interés de referencia del 0,25%, el más bajo entre todas las economías significativas a nivel global, no debiera extrañar que pronto nos reencontremos con ese tipo en niveles negativos o con intervenciones directas del Banco Central de Suiza para frenar la apreciación del franco, como ya contemplamos, durante varios años, a raíz de la crisis de la deuda soberana de la periferia de la Eurozona.