madrid. Toda logística tiene su nivel de exigencia, su nivel de complejidad, su nivel de riesgo y su nivel de incertidumbre. Ahora bien, en el caso de la automoción probablemente estemos en los estándares más altos de algunas de estas variables.
Puede que el comercio electrónico iguale o incluso supere a la automoción en lo exigente de los tiempos de entrega; puede que lalogística de los perecederos lo iguale o incluso lo supere en cuanto a la delicadeza y fragilidad del producto; puede que la carga de proyectos lo supere en cuanto al valor por unidad transportada; y puede incluso que el retail y la carga contenerizada lo supere a nivel de distribución masiva.
Ahora bien, en combinación, pocas industrias como la de la automoción tienen un valor tan elevado de producto, tan arriesgado en su manipulación, tan exigente en los plazos de entrega y tan masivo en su comercio global, sin obviar que su peso en los costes de producción exige renovados esfuerzos dado que nos hayamos igualmente ante una industria con una competencia extrema y aún más si cabe en plena revolución de la energía.
En este contexto hay que situar la labor exigente de los grandes fabricantes frente a sus proveedores logísticos y la función de vigilancia y de conciencia del sector sea ejercida en España por la patronal ANFAC, que anualmente viene publicando sus valoraciones exhaustivas sobre los ámbitos portuario, ferroviario y del transporte por carretera, que no solon representan una fotografía fija del sector en cuanto a volúmenes y evoluciones sino que, sobre todo, establece una serie de sendas de mejora a largo plazo como voz autorizada de la consideración que todos y cada uno de sus socios tienen de todos y cada uno de su proveedores logísticos.