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No era el 2022 que esperábamos

  • Última actualización
    01 marzo 2023 12:33

No era este el 2022 que esperábamos. Tampoco era este el 2022 que queríamos. Afortunadamente, no fue el 2022 que en cierto momento llegó a amenazar con ser y lo peor es que pasaron muchas cosas por largo tiempo deseadas y que no somos aún conscientes de su trascendencia, tal vez porque hemos caído en el pozo de la inseguridad y ya no somos capaces de tener confianza ante futuro alguno.

Vivimos en la era de la sacrosanta incertidumbre, un fenómeno pleno de justificación porque todo lo improbable ya nos parece absolutamente posible después no sólo de haber sido asolados por una pandemia de proporciones infinitas, sino que en el momento en el que por fin tocaba pasar página y empezar a disfrutar de la recuperación, se desató una guerra en Europa, ni más ni menos que en Europa, con tintes de la olvidada Guerra Fría para arrojarnos con violencia la espada de Damocles de un fin del mundo nuclear que nadie es capaz de contrargumentar.

“Todo puede suceder”, se lee en los frontispicios de las ingobernables economías occidentales. Mejor aún. La frase exacta es: “Todo lo malo puede suceder”, incapaces de rebelarnos contra un determinismo exultante.

Al final, 2022 fue un annus interruptus, una especia de tortura preliminar como preparación de esa crisis largamente anunciada para 2023, definida por muchos como dura pero rápida, apenas de un semestre dicen algunos, mientras los viejos del lugar recuerdan horrorizados a los que en 2009 hablaban de brotes verdes para 2011, mientras las cosas no empezaron a recuperar el hálito hasta más allá de 2016.

Dure la crisis un semestre o dure treintaitrés semestres, lo cierto es que 2022 se cerró como la gran antesala de un mundo preso de la crisis energética, esclavo de la crisis de inflación y paralizado ante lo que estaba por venir.

En el ámbito logístico y en clave internacional, vivimos el cénit de los fletes y, en el segundo semestre, su imparable desplome fruto del devenir de la economía y de la constatación de que, por mucho poder que aglutinen los grandes partners logísticos globales, la sartén la sigue teniendo en su mano la carga, esencia de la logística.

Una logística donde las grandes navieras siguieron acelerando en su proceso de integración vertical con uno de sus principales escenarios en España, país cuyo Gobierno acertó a diseñar políticas de transporte tan deseadas como relevantes, llamadas en el futuro, creamos o no en él, a determinar ferozmente la competitividad de nuestra cadena de suministro en particular y la de la economía en general.

Un somero análisis nos permite poner en valor, en primer lugar, todas las reformas normativas implementadas en el transporte de mercancías por carretera para equilibrar las relaciones entre transportistas y cargadores y consolidar un transporte sostenible, no solo medioambientalmente, sino ante todo económicamente. Eso sí, los acuerdos alcanzados en el seno del CNTC no fueron capaces de eludir sendas convocatorias de paro a cargo de Plataforma, la primera de ellas con un enorme impacto en toda la cadena de suministro global, algo que no se vivía desde hacía más de 15 años.

En segundo lugar, por fin vio la luz el Marco Estratégico del sistema portuario horizonte 2030, al tiempo que se puso punto y final al proceso de liberalización de la estiba con la aprobación de las últimas reformas normativas y el V Acuerdo Marco, dos hitos de una deseada proyección a corto, largo y medio plazo.

En tercer lugar, el plan Mercancías 30 comenzó a definir su ingente política de ayudas y subvenciones para relanzar definitivamente el ferrocarril, tal vez el ámbito logístico que concita mayor consenso, mayor esperanza y mayor escepticismo.

Por último, el modo aéreo también vivió un hito histórico con la constitución de la Mesa de Coordinación de la Carga Aérea, un pilar de futuro indispensable que no se puede dejar de aprovechar.

Esa es al fin y al cabo la moraleja de 2022. Se caiga o no se caiga el mundo a nuestro alrededor, hay que seguir bregando sin descanso y sin miedo, aprovechando todas las oportunidades. Es la única forma de avanzar en estos inciertos tiempos que corren.

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