El turbulento período generado por el infame “día de la liberación” de la Administración Trump, con sus implicaciones negativas tanto para el comercio como para la inversión internacionales y, con ellos, para el crecimiento económico global, contempla un elemento de (modesto pero significativo) alivio en forma de la evolución reciente del precio del petróleo.
En efecto, como muestra el gráfico que acompaña estas líneas, el precio del barril (de sus tres tipos principales – WTI, Brent y Dubai), que superaba los 80 dólares hace un año, se ha reducido en una cuarta parte desde entonces, con dos tercios de ese descenso concentrado en los meses transcurridos de 2025. La misma debilidad del crecimiento económico mundial, con perspectivas poco favorables, supone el factor de demanda clave en esa trayectoria. Más importante ha sido el cambio radical de estrategia por parte de la OPEP (más Rusia, en el cartel ampliado conocido como OPEP+), revirtiendo, a través de una serie de incrementos sucesivos de su producción, más de la tercera parte de los recortes de hasta 6 millones de barriles diarios acordados después de los precios inusualmente bajos forzados por la parálisis de la economía mundial debida a la pandemia asociada a la COVID-19. Como es habitual, aunque esas reducciones de producción han sido muy efectivas en mantener los precios relativamente elevados, se han enfrentado al comportamiento de “free-rider” de algunos socios (en esta ocasión, la acusación se dirige sobre todo a Kazajstán) y al aumento de producción de fuentes alternativas (con el fracking estadounidense a la cabeza), cómodamente rentables a esos precios de más de 80 dólares por barril.
La nueva estrategia permitirá vender más sobre todo a los saudíes, pero con precios que van a comprometer gravemente la capacidad de financiar sus presupuestos (dramáticamente dependientes de los precios del crudo) para países como Irán, Venezuela e incluso la propia Arabia Saudí, entre otros. Y, claro, convierte en un “brindis al sol” el famoso “drill, baby, drill” de Donald Trump. Como ya hemos escrito aquí con anterioridad, la producción en Estados Unidos implica costes de producción que hacen inviable el empeño del presidente de incrementar la producción de petróleo del país a los precios actuales. No se puede tener todo: o una gasolina más barata que contribuya a reducir la tasa de inflación, o una nueva era de expansión de la producción en el país, solo factible con altos precios del crudo, que exigen sacrificios en la cuota de mercado de otros productores, que ya no parecen estar dispuestos a hacerlos.