Regalo
Una tormenta de verano descarga con ganas en la mediatarde de un día de julio cualquiera en la ciudad de Valencia. Las temperaturas se desploman en cuestión de segundos ofreciendo un salto térmico de casi 15 grados. El cuerpo y el espíritu agradecen esa mínima tregua que va a hacer un poco más llevadera la insoportable canícula. Mientras tanto, la conjunción de los elementos nos regala una estampa singular, irrepetible, durante los cinco minutos que siguen del chaparrón. Qué suerte estar allí para captarlo, qué suerte ser puerto para ser abrazado, de principio a fin, por un arco perfecto y efímero... como la vida misma.