Se cuentan por cientos, por millares, los bloques de hormigón que, conveniente dispuestos, permiten aplacar la furia del mar en puertos comerciales, deportivos o pesqueros. Todos y cada uno de ellos tienen su función y su importancia. Desde los que permanecen siempre sumergidos, incluso con marea baja, formando el talud del dique, como aquellos que asoman a la superficie y componen la primer línea de mar, o los situados en la retaguardia de costa. A pesar de su aspecto simple y basto, la fabricación de los cubos de hormigón en masa, denominación del material del que están hechos, está sometida a estrictos controles de calidad para que cumplan con la finalidad para la que han sido creados. Los bloques se pesan para garantizar que tienen el montante mínimo exigido, que suele ser de unos 7.000 kilos cada uno. A esto se suma el control del hormigón, para lo que se utilizan probetas para controlar la resistencia del material. Es por ello por lo que todos los bloques van numerados. Dicha numeración sirve para controlar la fecha de fabricación, así como para saber el lote de hormigón con el que se ha fabricado y el tiempo que lleva de curación; es decir, cuánto ha tardado en fraguarse. Este detalle del seriado es importante a medida que se aproxima el ritmo de fabricación a las necesidades de construcción del dique, porque ayuda a saber que el bloque fabricado tiene el tiempo mínimo de curación para poder se trasladado, que normalmente es de unos 28 días. El bloque B 4023, con fecha 21 de diciembre de 1993, exhibe su DNI en el Puerto de Bilbao. Pero ya nadie se lo pide. Foto J.P.