Menú
Suscripción

Melón abierto

No se preocupen que no son los únicos. Yo también tengo la sensación de que la escalada de huelgas y preavisos en los puertos está pasando de ola a tsunami. Casi sin querer, sin demasiadas prisas, pero nos hemos plantado en un mes de noviembre que más bien parece un campo minado. Una situación de incertidumbre y tensión que nos aleja, claramente, de la senda de la competitividad.

  • Última actualización
    04 noviembre 2020 10:40

A mí lo que me da miedo es que las empresas decidan acometer una huelga a su manera. Evidentemente, no van a dejar de trabajar para sí mismas, pero igual sí deciden dejar de seguir invirtiendo para los demás; no sería improbable que las empresas desistan en su intento por establecerse en un puerto en el que no son bienvenidas y sería perfectamente razonable que su capacidad para generar empleo se derive a otros lugares donde sean bienvenidas.

La historia ha demostrado muchas veces que los transbordos son volátiles hasta el extremo, tanto que ni siquiera se necesita una mínima previsión para cambiarlos de un puerto a otro que está 400 o 1.000 kilómetros más allá; y la carga local, esa bendición que se recibe con los brazos abiertos en cualquier lugar, rompe su cautividad cuando se trata de abrirse paso en busca de la mayor eficiencia. Y la eficiencia, no lo olvidemos, siempre hay que medirla con sus dos partes más importantes, la productividad y el coste. Si falla alguna de las dos variables, se quiebra la eficiencia.

Que un puerto pierda el transbordo no es un asunto menor. Se reducen los tráficos, desciende la contratación de manos de estiba y, por supuesto, pierde conectividad y posibilidades de encontrar sinergias beneficiosas para la carga local. El papel de un puerto al servicio de la economía se resquebraja en esta situación porque se torna incapaz de aportar valor añadido, deja de ser útil y afloran las ineficiencias. Sin olvidar, obviamente, que la parte social se tensa hasta el extremo ante la perspectiva de una caída en picado.

Que un puerto pierda el transbordo no es un asunto menor. Se reducen los tráficos, desciende la contratación de manos de estiba y, por supuesto, pierde conectividad y posibilidades de encontrar sinergias beneficiosas para la carga local 

Para una naviera cambiar un transbordo no supone más que negociar un contrato nuevo con un puerto deseoso de captar esos miles de TEUs, a veces ni siquiera eso. Y da exactamente igual que esa naviera sea también terminalista en un puerto afectado por la pérdida de tráficos; argumentos y terminales tienen de sobra para absorber un impacto de estas dimensiones, sin duda.

En el mes de noviembre, el mes de los órdagos, no habría que descartar que las empresas presentaran el suyo propio, creo que se ve venir desde hace ya algún tiempo. Puede que estemos asistiendo a la apertura definitiva del melón de la estiba. Y ya saben, cuando un melón se abre, o te lo comes, o lo repartes, o lo tiras, pero no lo puedes volver a cerrar.

Juegan los sindicatos, en todos los puertos, con la baza de la unidad sindical y la fuerza del colectivo, pero conviene recordar que esa aparente cohesión, como se ha demostrado en más de una ocasión, se puede desmontar fácilmente cuando se trata de recuperar unos tráficos o ganar unas cuantas manos, eso es así.

Están las cartas sobre la mesa y puede que no haya demasiado tiempo para reaccionar en esta ocasión. Muchas veces se han cerrado los conflictos de los muelles en falso, lo que ha generado la situación que vivimos. Quizás, sólo quizás, puede que hayamos llegado a un punto de inflexión. Creo que ya no depende de la capacidad de diálogo, sino del aguante que cada uno sea capaz de mantener. Veremos.