Menú
Suscripción

Los milagros en logística se pagan

Vivir en un apocalipsis periódico es el sino de la logística. No sólo porque las revoluciones y terremotos se suceden de forma inherente al devenir más vulgar, sino porque en la esencia de la propia logística esta el asumir como parte connatural que al final de la cadena todo tiene que ser perfecto, ocurra lo que ocurra por medio.

  • Última actualización
    15 diciembre 2020 17:21

De esta manera, la logística no sólo debe asistir como agente pasivo a que se le impongan cambios y novedades, sino que a partir de ellos se autoimpone la exigencia y la presión de que no se noten, ni operativamente ni, lo que es aún más interesante, económicamente.

En estas circunstancias nos encontramos cada dos por tres cuando entra en vigor una nueva normativa, se aplica una nueva exigencia, se implementa un nuevo procedimiento, en definitiva, cuando surge un nuevo factor en la milimétrica cadena logística y el sector se consume en una angustia desaforada por saber qué va a pasar antes de que pase y por anticiparse a cualquier tipo de problema antes de que se produzca.

Esto es, al fin y al cabo, lo que todo cliente le pide al sector logístico en cualquier circunstancia. Situaciones nuevas siempre las hay, por tanto, lo primero de todo es anticiparse a ellas y, si no es posible, hay que tener siempre prevista una respuesta que como mínimo dé como resultado una cadena igual de eficiente, si no mejor.

El momento contradictorio y de zozobra es siempre el previo a todo cambio o novedad, con origen a menudo en las administraciones, cuyo nivel de respuesta suele ser sumamente insatisfactorio a la luz de cómo responden los profesionales logísticos.

La imprevisión, la improvisación y la laxitud con la que se suelen acometer estos cambios desde el ámbito normativo choca siempre con la previsión, la planificación y la agilidad con la que diariamente las empresas logísticas se enfrentan al mercado.

Lo relevante es que al poco tiempo de todos estos cataclismos, a las pocas semanas o incluso a los pocos días de estos recurrentes “efectos dosmiles”, las cadenas logísticas funcionan como si no hubiera pasado nada

Dicho esto, a esa contradicción y zozobra se une la obsesión por que, aunque todo cambie, la eficiencia del proceso logístico no varíe, un requerimiento legítimo pero en ocasiones injusto por cómo son a veces los clientes.

Sigue costando mucho de partida hacer ver al eslabón inmediatamente siguiente que, como diría Jorge Valdano, “el fútbol es así”, en suma, que determinadas coyunturas exigen nuevos tiempos de respuesta, aunque sólo sea de adaptación, y, lo más importante, exigen nuevos costes.

Este es precisamente el nudo gordiano, porque las obsesiones de que los cambios no se noten tienen una de sus fuentes en la obsesión de que el coste no se note, lo cual a veces es imposible y tiene soluciones tan sencillas como traumáticas, o sea, trasladar automáticamente el coste; o tan resignadas como dramáticas, es decir, comérselo con patatas, por decirlo de forma clara.

Lo relevante es que al poco tiempo de todos estos cataclismos, a las pocas semanas o incluso a los pocos días de estos recurrentes “efectos dosmiles”, las cadenas logísticas funcionan como si no hubiera pasado nada. La logística obra su milagro.

Eso sí, no pasaría nada si se notara. Al fin y al cabo, a veces hay cambios para mejor y otras, como el Brexit, definitivamente para peor. Una frontera es una frontera, nos guste o no nos guste. Que la logística se sublime de nuevo, aguante la respiración tras el golpe y tire hacia adelante no significa que no pase nada. Pasa mucho y debe ser reconocido, ante todo en el coste, se sea un gran operador  multinacional o se sea un pequeño transportista. Los milagros se pagan.