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Superliga de terminales

El fútbol morirá como han muerto todos los grandes divertimentos de la humanidad, sustituidos por otros, pero, antes o después, muertos.

  • Última actualización
    20 abril 2021 17:44

Murieron los gladiadores y el circo, algo inconcebible para el imperial pueblo romano; murieron las justas, algo inimaginable para el hambriento pueblo del medievo; van a morir los toros, algo impensable en la España de hace 50 años; y morirá el fútbol, sencillamente porque la sociedad, los gustos y los valores con los siglos cambian, entre ellos el romanticismo que en cada era todo lo sustenta.

Por fortuna no lo veremos, porque estas cosas evolucionan a un larguísimo plazo... o sí, porque estas cosas comienzan a desmoronarse por una simple chispa, llámese, por qué no, Superliga.

Este concepto de “unos pocos elegidos” es tan lógico desde un punto de vista económico como absurdo desde el punto de vista deportivo. Por eso,  en el fútbol se antoja una perversión sin sentido y, en cambio, en un ámbito como el de las infraestructuras y la inversión pública tiene su explicación.

Adif presentó el lunes su nuevo modelo de gestión avanzado de instalaciones logísticas, que redunda en la idea de crear una Superliga de terminales intermodales prioritarias que vertebren y optimicen la logística en España.

Esta apuesta tiene como principal valor una doble eficiencia: la operativa y la económica. Son obvias las sinergias y las economías de escala de grandes hubs que canalicen las cargas, pero aún más evidente es la importancia de no dilapidar el dinero en inversiones suicidas, no solidarias y descoordinadas, sobre todo cuando se hace con dinero público.

En este sentido, la idea de priorizar un conjunto de nodos se enfrenta al reto de una doble competencia: la competencia entre administraciones y la competencia con el sector privado.

La competencia entre Administraciones no parece concebible. Con carácter previo a la crisis de 2009 (qué duro se nos va a hacer a partir de ahora tener que precisar a qué crisis nos referimos cuando hablamos de una crisis) ya vimos a qué nos llevó la desaforada histeria de contar en España con un puerto seco en todos los pueblos, con una megaterminal de contenedores en todos los puertos y con un aeropuerto en todos los páramos.

No tiene sentido competir entre administraciones a la hora de desarrollar terminales ferroviarias

Por eso, con buen tino, desde Adif se alerta que no tiene sentido competir entre administraciones a la hora de desarrollar terminales ferroviarias, algo que nos cuadra cuando enfrentamos a Adif con el sistema portuario, pero que nos descuadra cuando quienes se enfrentan son autoridades portuarias entre sí, primero porque elevamos sin mesura a los sacrosantos altares el mito de la competencia nacional interportuaria y, segundo, porque los puertos son los sitios donde el provincianismo del “yo tengo derecho” está más acentuado.

La clave de este debate está en mirarlo todo desde el punto de vista del dinero público y evidenciar que el mismo sinsentido tiene que Adif y Puertos del Estado dilapiden sus presupuestos en terminales pared con pared, como que tres puertos cubran de terminales propias un radio de 70 kilómetros por mucho que sean autosuficientes, pues también sus ingresos son dinero de todos, que para eso están consagrados como tasas.

Dicho esto, el otro reto es el de la competencia con el sector privado. ¿Cómo lograr un mercado en libre competencia donde confluyan terminales privadas y proyectos impulsados por Adif+OPPE?

Puede que la respuesta esté en extender a todos los ámbitos el modelo “landlord” por el que apuesta Adif, de tal forma que la iniciativa privada centre su papel en la explotación en concesión y competencia de un nuevo sistema ferroviario de terminales de interés general, es decir, la Superliga, eso sí, con siete terminales y no cincuenta.