Déjenme que siga retorciendo mi cuello en torno a este asunto apasionante de las autopistas ferroviarias, que, como mínimo, cuestiona ese famoso refrán de “quien golpea primero, golpea dos veces...” o no.
Vemos la composición de esas nuevas alianzas tejidas en base a convenios para trufar la piel de toro de tráileres a lomo de camiones y uno echa de menos en primera línea a los auténticos y genuinos inventores de todo esto, líderes continentales y pacientes hormiguitas a la espera de que España se pusiera de una vez al día.
Tal vez esto muestra que cuando aparece un panal de rica miel, las moscas se precipitan y nadie respeta ni el orden ni las formas... Claro que, a lo mejor, aquí estamos llamando autopista ferroviaria a todo lo que sea subir un tráiler a un tren, con grúa o en brazos, adaptando la carretera al ferrocarril, cuando es el ferrocarril el que debe adaptarse a la carretera y las innovaciones al respecto hace décadas que existen y, aunque son muy caras, son las que marcan la diferencia y las que lucen esos líderes que siguen agazapados, esperando su gran momento, terminales incluidas. Ya lo verán.