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Aislamiento, por favor

Se supone que mañana o pasado o el mes que viene o nunca, nos prohibirán los grupos. Los de más de uno, se entiende. ¿Cuánta gente podrá estar junta? ¿Cuánto tiempo? ¿Dónde? Mis tres familias están en peligro. La logística porque en su esencia está eso de interactuar unos con otros. Somos un mecanismo compuesto de engranajes, todos en contacto con todos. El coronavirus trata de conseguir lo que ya intentó sin éxito la Comisión Nacional de Mercado y la Competencia: separarnos. Ojalá no.

  • Última actualización
    05 marzo 2020 18:21

Mi familia de Grupo Diario, una treintena de seres maravillosos, gusta de compartir risas, penas, alguna comilona, mucho trabajo y mucha auto exigencia, codo con codo. Tampoco podrá ser.

En mi otra familia, mis nueve hermanos (siempre seremos nueve), si nos quitan lo de juntarnos, abrazarnos y besarnos, estaremos perdidos, como navaja sin clavillo. Ya ven, me quieren mutilar mis tres familias. Para que no me constipe, dicen.

Estamos viendo “ojipláticos” cómo se invierten miles de millones de euros, muchos a lo tonto modorro, para luchar contra una posibilidad, cuando una centésima parte de ese dinero solventaría realidades reales mucho más trágicas. No hay más que pasearse por África o por la frontera entre Grecia y Turquía (que forma de llorar con cada Telediario) para darnos cuenta de que, como ya sabemos, pesa más la posibilidad lejana de constiparnos que la realidad del infierno que viven millones de inocentes en Turquía o Madagascar, hoy, sí, pero lejos. Somos así, nos preocupa nuestro constipado y nuestra cuenta de resultados. Y está bien que se tomen medidas, que no digo yo que no, pero es de esperar que tengan sentido. Se puede ir a unos partidos de futbol y a otros no. A aglomeraciones municipales, pero no privadas. Apelotonados en el transporte público, pero sin darse la mano en las reuniones. Yo no lo entiendo.

Iremos a las Paellas, a echar un día genial, como cada año desde hace 31, con los amigos logísticos, el día 13, si no nos impiden hacerlas. De momento, seguimos siendo más de 6.000 logísticos los que nos hemos citado en nuestro día de fiesta. Iré al fútbol si hay fútbol. Iré a las comidas con mis hermanos, esos con los que tantas veces he compartido lo que no había. Porque creo que enfermar de coronavirus será mucho mejor que enfermar de estupidez.

Por supuesto, cada cual es muy libre, faltaría más. Pero a los que nos preocupa el ser humano en general, a los que nos da repelús el que habla en el vagón del silencio y no el que tose, sabemos que esto del virus es algo que va a poner a prueba el cinismo de la humanidad, lo esperpénticos que somos, lo poco que realmente importa la muerte ajena, comparada con el constipado propio.

Siempre he pensado que sólo hay vida en este planeta, y no por mucho tiempo. Y que el final vendrá de la mano de un virus. Pero también estoy convencido de que no será éste, con nombre monárquico y aspecto de gorro de carnaval. Este no. Este sirve para que aprendamos. Si es que somos capaces.

Mientras, hay muy poco en nuestras manos, aparte de lavárnoslas. La logística está sufriendo ya mucho, muchísimo, el puto virus y la ralentización del comercio internacional que ha traído consigo. Habremos de estar atentos y hacer lo que podamos para paliar sus consecuencias económicas, por ejemplo, no ser nosotros los que, encima, colaboremos con el alarmismo. En lo de salvar nuestra salud, podemos hacer algo que depende de nosotros: pensar.

Un buen aislamiento para lo que me queda de vida me vendría de maravilla. No puedo con el virus de la estupidez y el egoísmo humano. Y sobre todo con el de la mentira. Ese sí que mata.