Europa arde y no por la gira de “Arde Bogotá” que está atopísimo este verano, sino por las altas temperaturas que se están alcanzando y que impactan de lleno en la actividad económica y, por ende, en la logística. ¿Ha llegado el momento de tomarse en serio el cambio climático que la actividad industrial está generando? Pues parece que no. Honestamente, no sé qué tiene que pasar para que entendamos que el calor mata.
El viernes, los informativos confirmaban dos muertes por golpe de calor en nuestro país y la Aemet advertía de que este verano será uno de los más cálidos de la historia. Unos días antes se confirmaba: el Mediterráneo hierve. En junio alcanzamos un nuevo récord mensual, con 30,55ºC registrados en la boya de Dragonera. Tralará.
En este escenario, toca hablar de cómo gestionar el calor. No hay escapatoria. El calor está azotando a toda Europa y no sólo “a los del sur”, amigos. El otro día, la tele alemana compartía los consejos españoles para contrarrestar los efectos del calor extremo, asfixiante o bochornoso. Quién lo iba a decir, dando lecciones a los alemanes ¡nosotros! ¿Expertos en arder? Sí somos.
Para garantizar la competitividad de la cadena logística, se debe entrar en esta realidad que afecta a unos más que a otros, pero que nos atraviesa a todos. Estaréis conmigo en que la actividad en los muelles, aeropuertos, bases de contenedores, plataformas, carreteras... a 35ºC no es bien, ¿verdad?
Estaréis conmigo en que la actividad en los muelles, aeropuertos, bases de contenedores, plataformas, carreteras... a 35ºC no es bien, ¿verdad?
Y, como siempre, el eslabón más débil es la carretera que no sólo se enfrenta al reto de gestionar el relevo generacional, cuando la mayor parte de las personas que realizan la actividad están en edad prejubilable o jubilable y no llegan nuevas vocaciones, sino que, además, la actividad en sí misma supone estar muchas horas bajo el sol y, lo peor, a la espera por culpa de las operaciones salida, las obras de mantenimiento y mejora de los viales o la reducción de personal en las plataformas logísticas por los turnos vacacionales...
Con unos costes al alza suplementados con el uso vital del aire acondicionado para no morir, literal, los transportistas valencianos recordaron el otro día que mantienen sus niveles de actividad, pero que la rentabilidad salió por la puerta y no ha regresado espoleada por los efectos persistentes de la DANA (a saber: 1.500 camiones afectados, el 44% de las empresas todavía no ha recibido la indemnización del Consorcio de Compensación de Seguros y los vehículos pesados de más de 3.500 kilogramos se han quedado fuera de las ayudas en muchos casos).
Y luego está la necesidad de mantener los bajos precios de sus servicios para ser competitivos en un mercado insaciable. Porque, aunque son conscientes de que trabajar por debajo de costes no es sostenible, quién se atreve a decir que no. Es difícil. El poder no está en sus manos realmente.
Por cierto, no es que se me olvide, es que son tantas las batallas... La carretera también está a la espera de las mejoras en infraestructuras básicas como las áreas de descanso o el funcionamiento de las ITV, de las 44 toneladas y del tema de la sostenibilidad... mejor lo dejamos para otro día... o no, mejor lo recordamos aquí: el transporte por carretera no puede asumir las exigencias de descarbonización en solitario; tienen que poder rentabilizar las inversiones en vehículos más sostenibles, contar con tecnologías validadas en eficiencia y acceder a puntos de carga y repostaje verde en sus rutas.
Eternizar los asuntos por el vértigo de la negociación o la desazón de no encontrar soluciones rápidas, no es una opción. No debería serlo.