Como quiera que este humilde Suricata lo que creyó entender hace unos días es que el debate sobre la gobernanza portuaria en España pasa a un segundo plano debido a las urgencias de la permacrisis y debido al obvio bloqueo legislativo, uno no puede más que mirar a Italia.
Allí, por un lado, las incertidumbres son las mismas. Por otro, para qué hablar de la inestabilidad política, si no solo la inventaron sino que viven de forma permanente instalados en ella. Ahora bien, en los últimos años no solo acometieron una profunda reforma de simplificación de la estructura de sus autoridades portuarias, sino que acaban de lanzar una reforma legislativa para crear su propio Puertos del Estado (Porti d’Italia), entidad destinada a liderar la inversión en las referidas autoridades portuarias y, ojo, con gestión privada pero financiación pública.
No se trata de valorar el modelo, sino simplemente de apreciar que el país no se detiene en su impulso de mejora y reforma.
Dijo recientemente el exministro Jordi Sevilla que la economía de España crece porque por fin se desacopló de su contexto político, como Italia.
A lo mejor hay que ser valientes y desacoplar también los puertos, cuando además no deben ser sino una política de Estado.