En el 150 Aniversario del nacimiento de José Martínez Ruiz “Azorín” es de justicia traer a esta columna a quien fue un auténtico apasionado del devenir del ferrocarril en España, un estudioso sistemático de su desarrollo e implantación en la Península y, sobre todo, uno de los escritores que más y mejor ha sabido plasmar la metáfora ferroviaria.
Basta con reseñar que el primer capítulo de su insigne “Castilla” lleva por título “Los ferrocarriles” y que, en el Prólogo de dicha obra, Azorín revela que la pretensión de la misma es “aprisionar una partícula del espíritu de Castilla”, para lo cual concede “más valor y eficiencia a los ferrocarriles” que a, por ejemplo, “los hechos de la historia concebida en su sentido tradicional ya en decadencia”.
Por eso, para Azorín, el ferrocarril no sólo era “la obra capital del mundo moderno”, sino una de las mejores herramientas para desvelar la realidad de Castilla y por ende de España y, sobre todo, para desnudar el gran dilema español entre la tradición y el progreso. Es por tanto el tren ese permanente telón de fondo que nos recuerda por dónde transita el futuro mientras, en primer plano, Castilla se aferra desesperada a su pasado.
Nunca termina de ser el último tren del tren
En el capítulo “La lucecita roja”, destaca la escena en la que el tiempo pasa, la casa queda y, al fondo, cada día, sin cesar, a la misma hora, invariablemente, el ferrocarril se hace presente:
“A esta hora, allá abajo, se escucha un sordo, formidable estruendo que dura un breve momento. Entonces, casi inmediatamente, se ve una lucecita roja que aparece en la negrura de la noche y desaparece enseguida. Ya sabréis lo que es: es un tren que todas las noches, a esta hora, en este momento, cruza el puente de hierro tendido sobre el río y luego se esconde tras una loma”.
Releyendo este pasaje, he recordado las palabras de este lunes de Idoia Galindo, CEO de Transfesa, en la portada de Diario del Puerto, así como las declaraciones de Julio Gómez-Pomar, presidente de Rail&Truck, en el informe sobre Aragón de la última edición de Diario del Puerto Plus.
Por un lado, Galindo, alerta de que, a este paso, no habrá cuota de mercado del 10% para el ferrocarril en 2030. Ni “crecimiento en J”, ni “explosión acelerada”, ni “un paso atrás para luego dar dos hacia adelante”. A tenor de las palabras de la CEO de Transfesa, no hay lugar para más frases hechas. A las puertas de 2024 y cuando apenas faltan seis ejercicios, no es que la errática evolución de la cuota de mercado del ferrocarril no otorgue esperanzas de cara a 2030, es que para Galindo las medidas estratégicas apenas dan ahora mismo para llegar al 6% de cuota, es decir, un nuevo fracaso con el que dejar la meta a grandísima distancia.
Por otro lado, Julio Gómez-Pomar se sinceraba sobre la información que aporta Adif en torno a la futura autopista ferroviaria Algeciras-Zaragoza. De momento, nada de inaugurarse en 2024. Como mínimo Rail&Truck deberá esperar un año más para que Adif logre habilitar los gálibos y, ojo, la autopista al principio solo estará operativa en el trayecto hasta Madrid y, todo ello, después de que Adif tenga previsto cerrar totalmente el tráfico entre Algeciras y la capital por ser la única forma de hacer con diligencia las obras.
Como ven, otras dos grandes esperanzas que se alejan tras una loma.
Por increíble que parezca, y de acuerdo con la máxima castellana azoriniana, las oportunidades siguen presentándose una y otra vez para este ferrocarril: a menudo parece que estemos ante el último tren del tren, pero nunca termina por ser el último.
Y es que el tren sigue pasando noche tras noche, sigue regalándonos su formidable estruendo, pero, eso sí, después de dos siglos este tren de las mercancías sigue sin llegar a ninguna parte.