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Bajar a las “bases”

La relación entre asociaciones de cargadores y patronales de transporte de mercancías por carretera sigue pudriéndose lentamente hasta el punto de que el enquistamiento va ya camino de la gangrena.

  • Última actualización
    17 septiembre 2019 16:24

El último paso es abrir la espita de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC), una amenaza histórica de la patronales de transporte, tan anhelada como impredecible, que finalmente se ha materializado con una reunión del CNTC que supone dejarnos succionar por un aterrador portal siempre hacia un universo desconcertante y desconocido, tal es el soporte argumental en materia logística de una institución que, ante todo, se caracteriza por cortar por lo sano y sin medias tintas.

No es momento de volver a plantearnos el cinismo de unos y el victimismo de otros, de volver a reflexionar sobre el chantaje de unos y el trilerismo de... los mismos, ni siquiera es tiempo de analizar buenismos, protagonismos, egoísmos, pancartismos ni populismos.

Vamos ya para varios años de “ismos” y el problema es que el mercado no se detiene y la raíz no se resuelve.

Por mucho que apelemos a la competitividad, a la eficiencia y a la optimización, cuestiones como las 44 toneladas, el megacamión o ahora el duotrailer no son más que el follaje en esta película obsesiva donde a veces no sabemos qué se quema, si las ramas o el bosque.

Pero lo que realmente arde o se pudre, según lo miren, en esta envenenada singladura entre transportistas y cargadores, son las raíces que vienen construyendo -o destruyendo- su patrón de relaciones, pervertidas, viciadas, enfermas y siempre situadas en la histérica dialéctica del huevo y la gallina, transformada en guerra fratricida pues cada parte se muestra taxativa en la responsabilidad del contrario, un génesis apocalíptico donde se aporrean los militantes de la cáscara y los recalcitrantes de la pluma.

¿Qué fue antes? ¿Un sector transportista cainita y kamikaze que no se respeta ni a sí mismo y que con el cuchillo entre los dientes se vende mientras los clientes se rinden inocentes ante los que se les ofrece, o bien un mercado de clientes que abusa de su posición dominante y mantiene débil y rendido al sector del transporte, que se devora por desesperación y hambre entre el determinismo y la condena perpetua?

Me voy a permitir el lujo, por esta vez, de no insistir en el juicio que de forma machacona les vengo planteando sobre esta dialéctica, donde para mí la clave sigue siendo resolver la raíz antes de llenarnos de ampulosos follajes.

Ahora bien, voy a introducir un nuevo elemento en el debate. Sin cuestionar la representatividad de las patronales de transporte por carretera y la de las asociaciones de cargadores, es decir, sin poner en duda el peso y el volumen de sus asociados, sí creo que merece la pena poner en cuestión la influencia de unos y otros sobre el conjunto del sector, del que representan y del que no, que es muchísimo más amplio.

¿Cuál es la verdadera capacidad de las patronales de transporte para frenar con eficacia la competencia desleal en el propio sector, para imponer dignidad , ejemplaridad y unidad, para lograr un NO en bloque a determinadas peticiones diarias de los clientes y de verdad forzar a un replanteamiento de las exigencias de estos?

¿Y cuál es el peso de las asociaciones de cargadores entre los clientes para ofrecer de forma generalizada en el mercado relaciones con los transportistas equilibradas y justas en calidad, servicios y precio?

No es tanto en nombre de quién hablan como saber realmente quién les escucha, a unos y a otros, porque en el fondo el discurso patronal y asociativo es el mismo: queremos socios fiables. Otra cosa es cuando se baja a las “bases”...