Menú
Suscripción

Baltimore o la inevitabilidad del infortunio

  • Última actualización
    27 marzo 2024 16:11

No tuvo, ni mucho menos, la repercusión mediática que el de Baltimore, por el gran impacto que ha provocado el vídeo de este último accidente, que inmediatamente se hizo viral, saltando a las portadas de todos los medios digitales, generales o especializados. Pero conviene recordar que el pasado 22 de febrero cinco personas fallecieron en China cuando un buque portacontenedores de pequeño porte impactó contra los pilares del puente Lixinsha, en el distrito Nansha de Guangzhou, un importante hub de transporte marítimo, haciendo que una sección del puente se viniera abajo en el momento en que vehículos circulaban sobre el mismo.

A diferencia del suceso de Baltimore, no existen vídeos del instante en el que el buque chino impacta contra el puente Lixinsha, por lo que el espectáculo mediático, la viralidad del suceso, se reduce a unas líneas de texto y fotos de agencias de las que apenas un puñado de medios se hizo eco. Ya se sabe que las tragedias tienen un mayor impacto sobre las conciencias cuanto más cercanas son en el espacio o más nos identificamos con las víctimas. No asumimos del mismo modo 100 muertos por una crecida del Yangtsé que si el río que se sale de madre es el Guadiana, por poner un ejemplo. Ya decía el alemán Jupp Heynckes en su etapa de entrenador del Athletic Club, que la Real Sociedad le importaba “menos que un accidente de bicicleta en Pekín”. Y, disculpen la gracieta, pero la realidad así nos retrata.

El accidente de Baltimore alimenta el debate de los buques autónomos como una posible solución

El caso es que, lamentablemente, el colapso del puente Francis Scott Key en Baltimore, que se ha cobrado las vidas de seis ciudadanos de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, que realizaban trabajos de mantenimiento en el puente, revela una realidad que a menudo pasamos por alto, como es que las estructuras por las que todos los días circulamos, incluso las más grandiosas, no son indestructibles. En cualquier caso, según aseguran los expertos, no existe puente alguno que, aun con las debidas defensas o sistemas de contención, haya sido construido para ser capaz de resistir un impacto directo de un buque del tamaño del “Dali”, que derribó el Francis Scott Key en Baltimore.

El buque había sido sometido a 27 inspecciones desde su construcción en 2015 y según las primeras investigaciones había echado anclas como parte de un procedimiento de emergencia antes de impactar contra el puente después de que un apagón eléctrico dejara a los motores sin capacidad de maniobra, lo que hizo imposible variar la dirección del barco. Ni siquiera el práctico a bordo fue capaz de evitar que el buque se desviara hacia el puente.

El infortunio devuelve, una vez más, al transporte marítimo al primer plano informativo sin que, aparentemente, nadie tenga respuestas ni aporte soluciones que puedan evitar este tipo de accidentes en el futuro. Este tipo de incidentes alimenta el debate sobre los buques autónomos como una posible solución, por mucho que, como parece ha quedado demostrado, no fue un error humano el que provocó el accidente del Baltimore. Recientemente, un juzgado de Florida (EE.UU.) vio pruebas de “negligencias” de Tesla en los accidentes mortales de sus coches autónomos, una tecnología ante la que los legisladores se muestran aún muy cautos.

Entretanto, el Puerto de Baltimore permanecerá cerrado al tráfico marítimo durante un largo período de tiempo, lo que supone, aun con un alcance limitado a la costa Este de Estados Unidos, un nuevo caso de disrupción de la cadena de suministro que no hace sino recordarnos su vulnerabilidad y la inevitabilidad de sucesos que son inherentes a la propia naturaleza del transporte marítimo.