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Besos, codos, puños y palmas en el pecho

  • Última actualización
    08 octubre 2021 00:52

La pandemia no ha resuelto el dilema del saludo en esta España afectiva y besucona. 

Si antes del COVID los besos y abrazos cortocircuitaban con los apretones de manos entre las fronteras de las confianzas y los prejuicios de género, ahora mismo estamos en un galimatías desquiciante en pleno estallido de la nueva presencialidad.

El virus segó los besos y alumbró el codo, la solución que se antojaba mágica: café para todos. Ahora bien, los guays de la vida se inventaron lo del puño, un contacto físico de piel con piel que sigo sin entender cómo estuvo permitido.

Si a esto le unimos el distinto nivel de desconfinamiento mental en el que ya estamos cada uno, el resultado es que ahora te encuentras con alguien y le das el codo derecho pero te choca su puño izquierdo, mientras con el otro brazo te soba la espalda, lo que hace que pierdas el equilibrio y termines abrazado y dando dos besos como Dios manda en la mascarilla, en la oreja o donde caigan, seas hombre, mujer, amigo, enemigo, lo conozcas, no lo conozcas o no sepas si ni siquiera le conoces, pues por los ojos a veces ya no se reconocen ni las caras, después de tanto tiempo confinadas. 

El ministro de Agricultura, Luís Planas, optó el martes en la inauguración de Fruit Attraction por saludar posando su mano en el pecho, como los estadounidenses en pleno himno nacional, una excelente solución a imitar que le funcionó durante los 25 primeros saludos. A partir del 26, lo dicho, un jaleo: codo, pecho, abrazo, apretón de manos y... besos. ¡Ya han vuelto!