La primera pregunta de la entrevista mensual publicada en La Contra de Diario del Puerto Plus dice algo así como: “¿Cuál es su palabra logística favorita?”, que no es sino invitar al entrevistado a hacer toda una declaración de intenciones sobre su enfoque profesional y personal. Un claro reto para empezar.
Ahora bien, una de las tentaciones sería, a no mucho tardar, introducir en el cuestionario su versión antagónica, es decir, cuál es la palabra logística más odiada, más temida, más preocupante... No duden que rápidamente encontraríamos respuestas del tipo “CO2”, “ineficiencia”, “procrastinación”... En todas partes hay amantes de lo políticamente correcto.
En cualquier caso, desde este mirador privilegiado, yo les propondría como respuesta un concepto aterrador: “entrada en vigor”.
Al fin y al cabo, estamos en un sector que vive sometido a la adaptación constante de las normativas, regulaciones y los plazos, hasta el punto de que de forma cíclica estamos ante la entrada en vigor de cosas nuevas que muchas veces son una condena, otras son una oportunidad y a veces incluso son una liberación, pero siempre, de todas todas, suponen una exigencia permanente de adaptación y tensión en los equipos para no incurrir ni en errores ni en ineficiencias por desconocimiento.
Espero que no se les atraganten las innumerables entradas en vigor
En verdad, hay que apretarse siempre los machos en el sector logístico cuando alguien pronuncia las tres palabras mágicas: “entrada en vigor”. Que mejor ejemplo que la entrada en vigor ayer mismo del ETS para el transporte marítimo en la UE. Casi nada...
Entra por cierto en vigor el ETS a la par que entra en vigor 2024, un año bisiesto, que, en el fondo, no es que tenga un día más, pues la horas que conforman ese día añadido se supone que ya las hemos vivido y ahora nos limitamos a computarlas, aunque, en la forma, febrero pasa de tener 28 a tener 29 días y ya saben lo que supone: la nómina llega un día más tarde... y la hipoteca también.
La palabra bisiesto procede del latín, en concreto del término “bissextus”, que significa dos veces sexto.
Fueron los egipcios los que implantaron el año solar gracias a sus observaciones y determinaron que duraba 365 días y 6 horas, por lo que decidieron recuperar esas seis horas cada cuatro años añadiendo un día más.
Posteriormente, en época romana, Julio César, a través del astrónomo Sosígenes, decretó añadir ese día al calendario romano, en concreto entre el sexto y el quinto día antes de las calendas de marzo, que eran el 1 de marzo.
El sexto día antes de las calendas de marzo era nuestro actual 24 de febrero y se denominaba “sextus dies ante calendas martias”. De esta forma, al añadirse a continuación un día, éste pasó a denominarse “bis sextus dies ante calendas martias”, o sea, “segundo día sexto antes de las calendas de marzo”. De esta forma, el año que contenía ese día pasó a denominarse “bissextus”, es decir, año bisiesto.
Más tarde, cuando el papa Gregorio XIII implantó el actual calendario gregoriano y los días de cada mes pasaron a denominarse con número, el mes de febrero de los años bisiestos sumó el nuevo día 29.
Por cierto, ¿saben ustedes por aquellos azares de la vida quién nació justo un 29 de febrero, en concreto del año bisiesto de 1972? Pues sí, ni más ni menos que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón. ¿Y saben ustedes cuál es la segunda acepción que recoge el Diccionario de la Real Academia Española para la palabra bisiesto? Dice así: “de bisiesto: variar de lenguaje o de conducta”. Antológico.
En fin, ¡Feliz Año! y espero que no se les atraganten las innumerables entradas en vigor de este 2024 bisiesto.