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Cocodrilos y nutrias

Cuando al Capitán John Speke o al mismo Sir Samuel Baker, caninos en su desesperada búsqueda de las fuentes del Nilo, se les cruzaba por las riberas de los ríos un inmenso cocodrilo, estoy seguro que no pensaban ni en esa nauseabunda viscosidad que transmite la visión de todo reptil, ni tampoco en la insípida y correosa textura que evoca un animal en el que muchos sólo ven bolsos, cinturones y zapatos, esos que en el final de sus días, con un agujero en la suela, cocinaba Carpanta en un puchero.

  • Última actualización
    10 junio 2020 07:47

Speke y Baker sólo veían una inmensa y rolliza panza, una suculenta nevera de filetes, hinchada a base de merendarse los auténticos entrecots y muslos de la sabana, cebras, ñúes, gacelas, percas, es decir, una barbacoa andante. Obviamente, entre lo que veían y la realidad distaba un mundo. Al final, cuando se les pasaba por la hoguera  y se les hincaba el diente, aquellos churrascos de cocodrilo eran eso, nauseabundos, correosos, decepcionantes.

Anda estos días por el Pisuerga, navegando cual velero de José Luis Perales, la sombra de un cocodrilo del Nilo, 250 kilos de reptil correoso divisados con la misma metodología que Nessie cogió fama en un lago de Escocia o, por no remontarnos tanto, la famosa pantera de hace dos años en Guadalajara.

El caso es que la Guardia Civil ha reclamado los servicios de un “rastreador”, herpetólogo para más señas, que lleva desde el lunes cribando los ribazos del río en busca de nidos y restos de las fauces de las meriendas del cocodrilo. La conclusión, como siempre, es decepcionante. Si la pantera alcarreña era un perro, todo apunta a que el cocodrilo pucelano es una nutria, por mucho que juren lo contrario sus avistadores más locuaces. Insisto: vemos lo que queremos ver, nos creemos lo que nos queremos creer.

“Sólo ven el cocodrilo capaz de devorarles parte del rédito electoral y del crédito ante la opinión pública”

Nuestro actual Ministerio de Transportes también transita estos días por su particular Pisuerga, con una política muy semejante a aquello del “aprovechando que pasa por Valladolid”. En este sentido, fiel a la única vía que parece funcionar con todo Gobierno, el sector del transporte por carretera ha abierto sus fauces y el Ministerio ha visto lo que en cierto modo también se le quiere hacer ver. El grito es claro: ojo que viene el “cocodrilo”, sí, el de la indignación, el de las movilizaciones, el del “basta ya”, el del “no podemos aguantar”, el de los paros, vamos, el cocodrilo capaz de devorarles parte del rédito electoral y del crédito ante la opinión pública. Enseguida les entra el miedo.

Ahora bien, en cuanto se crean los “comandos” y las “misiones de rescate” y los rastreadores del Ministerio se remangan y deciden mirar cara a cara al sector, pasado el fragor inicial de las advertencias y amenazas, reparan en que lo que tienen delante no es un cocodrilo sino que es otra cosa, llámenle nutria, castor, elefante u hormiga, pero en modo alguno un sector destructivo y obstaculizador, sino un colectivo esencial para el funcionamiento de la economía, con afán constructivo por y para la economía y que, sí, claro, piensa ante todo en su subsistencia, pero como lo hace todo “animal” en la selva del capital y de la sociedad moderna.

Lamentablemente, ese momento “aparición”, acompañado del deslumbramiento y el famoso latiguillo de la “plena disposición”, va acompañado del candor y buenismo que sentimos ante las esponjosas y cuquis nutrias. Es entonces cuando se deciden a, invariablemente, crear mesas y grupos de trabajo, de pomposa titulación, donde terminan muriendo los problemas, olvidados y de inanición. Así se las gastan los gobiernos, con los que no se puede bajar la guardia y siempre hay que recordarles que las nutrias también son carnívoras. Es lo que tiene ser esencial en la pirámide trófica de la economía.