Agricultores de toda Europa, entre ellos muchos españoles, se movilizaron en julio en Bruselas para defender el futuro del campo europeo y contra lo que consideran un ataque directo a la Política Agrícola Común (PAC). Sostienen los agricultores que la Comisión Europea quiere “enterrar” la PAC con una decisión política que pone en peligro la soberanía alimentaria de Europa y rompe el vínculo entre el campo y los ciudadanos. “Los agricultores y ganaderos no somos el problema, sino la solución”, proclaman.
Confieso que apenas presto atención a las decisiones que en Bruselas se toman con relación a las políticas agrícolas comunes; desconozco el contenido del PAC y su alcance en el agro español, más allá de que sus defensores lo consideran un instrumento clave para garantizar la seguridad alimentaria y apoyar el sector agrario, y sus detractores critican la distribución desigual de ayudas y su impacto histórico en los mercados. Como si todo lo relacionado con las políticas agrarias no fuera conmigo. Un problema de otros, no mío.
Y sin embargo, cuando de comer se trata, ¡hay que ver lo cara que está la cesta de la compra!, nos lamentamos. Los precios de las frutas y hortalizas está en niveles máximos, con un incremento acumulado del 18% en los últimos 12 meses, aunque, eso sí, no faltan en los lineales de los supermercados ni en los puestos de los mercados. Tenemos la seguridad de que no estaremos desabastecidos. Al menos, por el momento.
Conviene no olvidar que la seguridad alimentaria, en España, en Europa y en cualquier lugar, depende en gran medida de la calidad y la capacidad de la infraestructura disponible para almacenar y transportar mercancías. Para ello, es necesario que los organismos competentes adopten las medidas políticas necesarias para eliminar las barreras que dificultan la inversión tan necesaria en nuestra infraestructura logística alimentaria.
Las crisis geopolíticas, económicas, sanitarias y climáticas han puesto de relieve las vulnerabilidades de la cadena de suministro alimentario en Europa
Ello incluye el acceso a energía asequible en todo momento, especialmente durante períodos de crisis, así como la eliminación de trabas burocráticas para la construcción y modernización de infraestructuras vitales en todos los niveles. A este respecto, hay que recordar que los sectores del sector del almacenamiento en frío y el transporte refrigerado han sido a menudo ignorados por las instituciones comunitarias, a pesar de ser fundamentales para la resiliencia de la cadena de suministro alimentario en Europa. Por ello, las políticas de la Unión Europea deben apoyar e incentivar la inversión en las instalaciones, vehículos, recursos y competencias que la cadena de frío necesita para el presente y el futuro.
Las cadenas logísticas de frío deben tener la consideración de infraestructuras críticas, con su personal reconocido como trabajadores esenciales. Necesitan que se eliminen las barreras a la inversión en la capacidad, se introduzcan incentivos y se amplíe la infraestructura existente.
Como propone la Global Cold Chain Alliance (GCCA), que representa a todos los segmentos principales de la cadena de suministro de temperatura controlada, el sector de la cadena logística de frío está preparado para asociarse con las instituciones de la Unión Europea y las autoridades nacionales, pero dicha cooperación debe basarse en la claridad, la practicidad y el reparto de riesgos.
La resiliencia del suministro alimentario en Europa no sólo depende de las empresas que operan los almacenes de frío y las flotas de transporte refrigerado, sino también de la coordinación de políticas que reflejen la realidad de la logística alimentaria.
Lo mismo que la gran mayoría de los consumidores desconoce la realidad, los problemas y las necesidades de los productores agrícolas, desconoce también el papel fundamental de la logística y el transporte en el aseguramiento del suministro alimentario.
Las recientes crisis geopolíticas, económicas, sanitarias y de fenómenos meteorológicos extremos han puesto de relieve las vulnerabilidades de la cadena de suministro alimentario en Europa, y este tipo de grandes alteraciones podrían incluso aumentar en gravedad y frecuencia en las próximas décadas. Estamos avisados.