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Corazones transfronterizos

  • Última actualización
    26 mayo 2025 15:00

A veces, cuando percibo que el interlocutor me permite ciertas confianzas, suelo decirle, no sin algo de guasa, que desde mi atalaya bilbaína, como responsable de Diario del Puerto en el Norte, mis dominios informativos se extienden geográficamente de Baiona a Baiona. De puerto a puerto y tiro porque me toca.

Al Este, el puerto vasco-francés de Baiona (Bayona o Bayonne), con su puerto fluvial y sus muelles repartidos a ambas riberas del río Adur, que marca la frontera entre el Departamento de Pirineos Atlánticos, que contiene al País Vasco-Francés, al sur, y el Departamento de Las Landas, al norte; ambos formando parte, junto a otros diez departamentos más, de la Región de Nueva Aquitania, limítrofe al sur con País Vasco, Navarra y Aragón.

Y al Oeste, no muy lejos de donde el río Miño traza al norte la Raya, ese espacio fronterizo entre España y Portugal que discurre de A Guarda, en Pontevedra, a Ayamonte, en Huelva, está la Baiona gallega, último puerto en territorio español en la fachada atlántica norte si no fuera porque realmente es A Guarda el puerto español más cercano a Portugal. Pero ya conocen esa máxima del periodismo malo: “Que la verdad no te estropee un buen titular”. O una gracieta, que es aquí el caso.

Lo cierto es que el concepto de frontera, tan íntimamente ligado a la propia esencia de la logística y de los puertos, como fronteras y puertas al mundo que son al mismo tiempo, siguen muy presentes en la conciencia colectiva, por mucho que la globalización y la liberalización del comercio haya derribado en las últimas décadas buena parte de esos muros, y por mucho que Donald Trump se empeñ en revertir dicho proceso con su última ocurrencia de aplicar aranceles del 50% a la Unión Europea.

La logística debe entender de fronteras porque está en su esencia y es su obligación, pero su corazón es transfronterizo

Les confieso que jamas he visitado la Baiona gallega ni su puerto, donde por cierto no se trasiegan mercancías. Está en mi debe visitar la Fortaleza de Monterreal y pasear por las callejuelas empedradas de Ventura Misa y Conde, entre otros muchos atractivos.

Sin embargo, sí he visitado en numerosas ocasiones la Baiona vasco-francesa y su puerto, apenas 34 km distante del paso fronterizo de Biriatou y 48 km del Puerto de Pasaia, y que reúne a una comunidad logístico-portuaria compuesta por profesionales y empresas de ambos lados de la frontera, así como a cargadores que eligen uno u otro puerto, no tanto en función del país en el que se ubican, sino de las soluciones y la eficiencia que les aportan.

La cita organizada el pasado jueves por el Club Logístico Portuario de la Eurorregión (CLIPER), ligado al Puerto de Baiona, para visitar las nuevas instalaciones de la compañía Les Silos de l’Adour, fue un claro exponente del especial carácter del ecosistema empresarial y humano que reúne en torno a sí el puerto vasco-francés.

El francés, el español y el euskera. éste con acento labortano o guipuzcoano, según el caso, fluían con absoluta naturalidad en las conversaciones de los asistentes a un acto que sirvió también para rendir homenaje póstumo a Juan Iguaran, un tolosarra que fundó la empresa de su mismo nombre que más tarde dio origen a Les Silos de l’Adour, “un puente logístico entre Francia y Euskadi”, un “nodo logístico en el Puerto de Baiona con corazón guipuzcoano”, como se puso de relieve en diversas intervenciones.

La logística debe entender de fronteras. Está en su esencia. Es su obligación. Pero su corazón es transfronterizo. Y esto es algo que el Puerto de Baiona lo sabe bien.