Los que afilamos los colmillos por tenerlos retorcidos, huimos, qué le vamos a hacer, de la ñoñería y del panegirismo. No es más que pragmatismo.
Vayamos pues al grano. En este sentido, y ante el actual estado de la cuestión en la política española y los órganos de gestión portuaria, ante la nueva etapa que se abre siempre surge la enorme duda de quién va a ejercer ahora de cortafuegos ante las ocurrencias y las genialidades que a todo Gobierno le intentan colar en materia portuaria los propios y los ajenos con tal de usar los puertos de mercadeo y mantener sus poltronas, que es lo único que les importa.
¿A dónde vamos sin Llorcas o sin Dapenas que en primera línea le expliquen a los hooligans de la política qué se puede hacer y qué no se puede hacer en materia de puertos y, sobre todo, de qué maneras más tontas se pueden derribar los castillos de naipes y dilapidar nuestra competitividad logística? ¿Quién le pone cordura portuaria a este pasteleo, quién va a explicar las cosas con uno u otro estilo, pero quién va a dar la cara? Ojalá no aprovechen este vacío los oportunistas.